viernes, 24 de mayo de 2013

ORGASMOS AMORTAJADOS



He gozado contemplando entre mis piernas, 
la nuca que mece lenguas maduras y lozanas y,
 a decir verdad, 
para eso de la maestría no hay edades. 


Pasé por él, una tarde más de otras que ya habían pasado y otras que vendrían, no habíamos acordado nada más, que pasar por su trabajo para dar una vuelta al cine, o al parque? No lo sé… lo que después resultó ser un detalle, ya no lo recuerdo. El calor infernal de febrero, nos incitó… a un helado.


Finalizada la jornada de trabajo, fuimos al boliche de la esquina y acordamos que antes de encender el propulsor a chorro en la planta de los zapatos, pasaríamos por la sala de fotografía, debía cerrar unos archivos en el computador y dejar todo ordenado dentro del laboratorio.

Cuando entramos, dejó la puerta entreabierta, encendió un ventilador, me acercó una silla, quedé sentada frente a él, él se apoyó en el mesón de trabajo. Me miraba silencioso, y debo insistir que el calor abrazante en una tarde de verano en "el cuarto oscuro" de revelado, es francamente ¡insoportable!, a tal punto que mis piernas comenzaron a separarse mientras el sudor humedecía mis muslos, mis pantorrillas se frotaban, mis rodillas se enemistaban alejándose la una de la otra, dejando así mis piernas demasiado abiertas. 

El esfuerzo provocaba que mi boca se entreabriera, que la punta de mi lengua se deslizara sobre la crema de mi helado, circundando la cuchara, lado a lado, arriba más abajo. Sus ojos brillaban, su respiración comenzó a agitarse, me subí la falda dejando al descubierto mis piernas a lo que dan en su largo, incliné mi torso hacia él, dejando que mi escote ofreciera la sinuosidad entre mis pechos … pasé mi mano por el desfiladero de su cierre, se inclinó y mordió mi boca. En sólo tres zancadas, puso llave al cuarto, me tomó firme de la cintura y me sentó en el mesón y un gemido premonitorio de los que ahogaría, escapó de mi boca sellada para no ser descubiertos. 


Separó mis piernas, mi falda quedó a la altura de mi ombligo, me miraba enardecido cuando comenzó el juego...agarró su vaso de helado y comenzó a embetunar mi vagina, mi clítoris mi entrepierna, mi boca... sonreía traviesa mientras sentía sus dedos escurriendo helado sobre mi vulva… pasaba sus dedos por el contorno de mi clítoris, introducía uno o dos dedos, volvía a introducir su lengua mientras me miraba, sentía como se endurecían mis pezones, comencé a acariciar mis senos para extender la corriente de excitación que provocaba en mi vulva. 

Me mordía la lengua entre la desesperación de la boca seca, humedecí mis dedos y acompañé los de él escarbando en la entrada a mi canal de placer. Con la yema de mis dedos remojados con helado y fluidos, comencé a acariciar mis pezones, tiritando, gimiendo, apretando mi muslos en sus mejillas, que no escapara!! lo quería ahí!! que continuara lamiendo el helado que esparcía una y otra vez en mi vagina henchida.

El hielo provocaba una contracción involuntaria que apaciguaba con su lengua lamiendo mi clítoris aún ardiendo… mis fluidos se mezclaban con la vainilla crema devorada por su ávida lengua. Mis dedos se enredaban en su cabello frondoso y enmarañado, mientras no cesaba de mirar sus movimientos. Me excitaba aun más en cada succión de mi clítoris, el contraste del frío-ardor embravecía más y más mi entrepierna. 

Seguía ejerciendo presión en su cabeza, le jalé un poco el cabello y ya la desesperación de sentirlo clavándome furiosamente me hizo dar un salto y sin devolver la ofrenda lingual, abrí el cierre que me separaba del bulto punzante y ensanchado, bajé rápidamente su pantalón, agarre su miembro ardiendo y lo encajé en mi dilatada vagina. 

Sentía los choques incesantes de sus testículos en el borde anal y me estimulaba aun más, su miembro grueso abriendo mis carnes para llegar al fondo, tan al fondo como exigía sobre su oído -Tómame fuerte! hazlo violentamente!! y el ritmo impetuoso de su verga incrustándose complacía mi imperioso deseo. 

Otra vez me tomo de la cintura me bajó del mesón me puso frente a él y sin apartar la mirada de mis ojos  se sentó en la silla que antes me había recibido a mi, abrí las piernas y me monté sobre él...sudando...brincando, llevando el ritmo a mis culminaciones Volví a jalar su cabello con fuerza mientras le lamía el lóbulo de la oreja, sentía un mar ardiendo que se venia desde mi a ahogar su pene impetuoso penetrándome. Un espasmo enérgico, arrebatador, glorioso vino a sumarse a los que recibió antes sobre su lengua...mordí su mentón con desesperación - Vente, vente que te recibo 

Crucé las piernas tras su espalda, me puse de pie, voltee y ofrecí mi espalda a su lengua, me penetró aprisionando mis senos en sus manos, tomó mi cabello con ímpetu mientras volteaba mi cara buscando mi boca, su lengua entró arrinconando a la mía, siguiendo su ritmo presuroso. 

Es bien difícil contener el grito placentero, sobre todo cuando los orgasmos te recorren serpenteado el cuerpo completo, casi tortuoso, placenteramente tortuoso. Gemía como mujer sin palabras, gemía como mujer “amordazada”, gemía sobre su oído, aprisionando con los músculos de la entrada de mi vagina, su verga latiendo, mientras destilaba su tibio semen dentro de mí.

viernes, 17 de mayo de 2013

Culiar con más que el pene...

La pregunta que todos los hombres se hacen (y nos hacen) es cuál es el tamaño ideal del pene... grande? chico? mediano? normal? qué es normal? He culiado con hombres ENORMES y he terminado adolorida y algo frustrada, por qué? porque son FLOOJOS! creen que es cumbia que una se suba y empieza fantasilandia. Fomes los hueones.

Ahora bien, confesemos!! el pene chico no sólo es un flagelo, sino que es lo que le deseas a tu peor enemiga. Es frustrante! sobra boca y lengua mientras haces sexo oral y no sabes si ya está dentro cuando te penetra... estoy hablando de micropenes... y sí! también me han tocado. Entre el chico y el grande, prefiero el grande.

La primera vez que me tocó un minipene fue hace aaaaaaaaaaños, venía saliendo de la universidad y me pillé con un ex compañero. La tensión sexual no se hizo esperar y terminamos poniéndonos de acuerdo para juntarnos en su departamento. Besos ricos, agarrones ricos, me tiró encima de la cama, me besó de pies a cabeza, me hizo sexo oral (no era muy bueno en eso) y le saqué los pantalones. Para mi sorpresa su pene erecto era muy pequeño, pero dije: ya estamos acá. Ahora, una cosa es que fuera chico y otra que además no se parara bien. Me costó demasiado tratar de erguir un dedito que inmediatamente se ponía fláccido. Lo “más peor”, fue que el caballero en cuestión no se dio por aludido y no hizo nada por compensar mi pérdida de tiempo. A las cuatro de la mañana me vestí y me tomé un taxi.

El tipo jamás se dio por aludido e insistió que saliéramos nuevamente. No se si fue optimismo exacerbado pero acepté, casi creyendo que en dos semanas le había crecido un par de centímetros o que, en el mejor de los casos hubiera tomado viagra para que eso se mantuviera erecto. O sea, una cosa es que sea chico y otra que pareciera un cabello de ángel cocido. La pasión me volvió: conversación entretenida, besos ricos, manoseos calientes, sus manos se perdían por entre mis piernas en el restaurante mientras bebíamos vino. Sus dedos acariciaban mi vulva sin miramientos... llegamos al departamento... me saqué la cresta en un movimiento mal hecho y casi me quebré el dedo chico del pie. Antes de caer, alcancé a manosear donde esperaba estuviera un miembro erecto y exquisito y sentí una masa sin forma. No se si de arriba o abajo me quieren, pero alguien evitó uno de los polvos más frustrantes que hubiera intentado tener.


El segundo caso fue un tipo que conocí en un carrete. Hablamos, nos besamos, yo estaba algo ebria, nos fuimos a su departamento. Me advirtió! y yo dije: bah! no creo que sea para tanto. Bueno, lo era. Era bien chiquito, pero me aseguró que compensaba en manos y lengua. Estaba ebria, nos besamos, con pasión. Había algo en sus besos que me encantaba. Le bajé los pantalones, la polera... lo dejé en boxer. Le bajé los calzoncillos y me encontré de cara frente a su miembro. Sí, no me mintió, era bastante pequeño. Lo chupé como se chupa cualquier pene, era chico! sobraba boca... sobraba lengua... lo notó, me llevó a la cama, me besó las pechugas, poniéndo énfasis en los pezones. Me bajó los pantalones y comenzó a besarme. Para hacerle sexo oral a una mujer es necesaria intuición más que técnica, aprender a conocer las pequeñas señales. Con su lengua hacía pequeños círculos lentos y a momentos aceleraba el ritmo. Con una mano tocaba y apretaba mis pezones. Soltaba mi teta y volvía a la carga en mi vagina. Separaba bien mis piernas. Separaba los labios. Introducía su lengua bien profundo. Sacaba su lengua e introducía un dedo, dos dedos, con las yemas hacia arriba, buscando la otra parte de mi clítoris, como diciendo “ven”. Con sus dedos haciendo círculos en el interior de mi vagina, su lengua jugaba con mi clítoris, en círculos, despacio. Luego se hacía rápido.Acabé violentamente, deliciosamente. No gritoneado, sino con un espasmo de cuerpo entero. Me quedé con él, varias veces. No me mintió, compensaba y era muy bueno en el sexo oral.

Mi tema con el pene chico es que como experiencia puede no ser satisfactoria (más bien frustrante) pero no sólo en que no lo sientas cuando te penetra, sino que muchas veces una termina siendo la terapeuta sexual del macho en cuestión. Ojo! el pico chico no los hace menos deseables, la weá que achica el clítoris es que sean traumados. Si usted tiene el pene chico, no se traumé!!! puede ser un maestro con los dedos, un master con la lengua y moverse de tal forma que estimule las paredes vaginales. Hay tantas formas de lograr que una mujer se estimule... lea, vea porno, converse... un pene chico no es sinónimo de no culiar, sino de usar más que el pene para hacerlo.

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