viernes, 24 de junio de 2011

La Perversa Subalterna


La Perversa Subalterna

Cada vez que entro en su oficina, los primeros pensamientos que cruzan mi cabeza son eróticos. No puedo evitarlo, parada en ese umbral no puedo sino imaginarnos teniendo sexo salvajemente sobre su escritorio o en su cómodo sillón de jefe.

Y es que todo es tan exquisitamente perfecto en él, que trato de autoconvencerme que es gay, porque mis amigos gay son los hombres con más estilo y mejor gusto sobre la tierra. Así, evito pensar en que sus frecuentes frases de “luces agotada” tienen detrás la intención de hacer algo para quitarme ese cansancio.

Pero fantaseo acerca de qué pasaría si rompiera mis reglas y guardara en el cajón mis principios y decidiera tirarme a mi jefe. ¿Y si en vez de sonreír discretamente cuando él me dice que luzco agotada yo contestara algo así como  “sí, necesito un par de masajes”?¿Qué diría él? ¿Se ofrecería a dármelos o se limitaría a recomendarme un buen spa?

Ay, cómo quisiera que él me masajeara y recorriera todo mi cuerpo con esas manos suaves e impecables y me besara con esa boca dulce y educada. Con ese sólo pensamiento me erotizo completamente y no sé en que forma lo miro, pero él siempre suele reírse algo nervioso y sonrojarse mientras contesto “sí, tengo un poco de sueño”.

¿Será que puede leer mi mente o que mi lenguaje corporal me delata? Tal vez a él le pasa lo mismo. Una vez, en una reunión me descubrí coquetéandole sin querer y siento que él respondió a esos estímulos. Fue cuando se acercó más a mí que noté las señales que estaba enviándole ¿qué hubiera sucedido si hubiéramos estado solos? Tal vez esa cercanía y ese roce disimulado, esas miradas y esas sonrisas habrían terminado en besos, en largos y apasionados besos. Creo que su pulso se apuró tanto como el mío cuando rozó solapadamente mi cuerpo creyendo que nadie más lo notaba, era un secreto entre él y yo que fingí desconocer. Era necesario, había mucha gente alrededor y responder a ese gesto habría sido como encender la mecha de un explosivo.

Para hacer más fluído el contacto con él he optado por obviar a su secretaria y llamarlo directamente. Después de todo soy también la jefa de mi propio departamento, una mujer fuerte y reconocida por mi carácter duro y decidido en la empresa. Pero esta imagen se termina cuando escucho su voz, su exquisita voz de hombre seductor pero no jote. ¡Cómo me gustan los hombres educados, cultos y con clase! Me vuelve loca al punto que cada una de sus instrucciones tienen un efecto orgásmico en mí, cada vez que dice “necesito trabajar este tema contigo” o “pídele a mi secretaria que coordine la reunión de acuerdo a tus tiempos y los míos”... Dios, me derrito... tanto, que cuando hablo con él cierro mi puerta para evitar cualquier mirada indiscreta mientras gozo oyendo su voz. Quien me viera tan señora, seca y educada orgasmeando en mi sillón con el teléfono al oído.

Y es que esa es mi debilidad, soy tan autosuficiente y ganadora en la vida que en el sexo necesito ser castigada y humillada, sentir el poder de quien me genera placer y no lo tengo si no soy dominada, perversamente dominada. Nunca me había gustado uno de mis jefes, pero este está absolutamente tirable. Es justo el tipo relajado, serio y exquisito que busco; sin embargo, mi fama pública me impide tirármelo sin culpa.

sábado, 18 de junio de 2011

En cuanto lo vi



En cuanto lo vi

Creo que no existe mujer en el mundo que no recuerde su primera vez, y aunque muchas digamos que no,  la primera vez nos marca por el resto de la vida.

Me demoré en llegar a mi primera experiencia sexual. Pololié varias veces, pero no sé si me daba miedo lo desconocido, si mis hormonas andaban medio dormidas o qué diablos. El punto es que pese a que trataron de convencerme muchas veces con la tonterita cursi de “la prueba del amor” o “si no tenemos sexo es porque no me quieres” o esa frase mamona de “regálame tu primera vez” no lograron convencerme. Claro que ni tan pajarona tampoco, tenía mis juegos sexuales, creo que descubrí mil maneras de sentir placer sin tener que llegar a tener relaciones sexuales ¡¡¡la verdad es que me cagaba de susto!!!

Cada una de las amigas ya “iniciadas” me contaba una historia distinta: “que te duele demasiado”, “que sangras como chancho”, “que en realidad no duele tanto”,  “que te quedas como estatua paralizada sólo esperando que pase”,  “que no se siente nada”, “que no quedas embarazada”, “que quedas embarazada aunque uses condón”, “que el primer orgasmo de la vida es el más intenso que tendría”,  en fin,  muchas cosas que no me atrevía a descubrir por mí misma.

¡¡¡¡Hasta que en unas vacaciones lo ví a él!!!! 1,85 de estatura, rubio, ojos azules, extranjero y 10 años mayor que yo... mi Macho Alfa perfecto.  

                                    En cuanto lo vi supe que sería ¡ÉL!

Él despertó la perversa que hasta el día de hoy me acompaña. Me acerqué a hablarle, ni me acuerdo que le dije, él no hablaba muy bien español pero el lenguaje no fue problema. Esa noche me invitó a bailar. Pasamos juntos las vacaciones pero nunca llegamos más allá, quedó de ir a visitarme a mi ciudad antes de volver a su país.

Cumplió su promesa y al mes llegó a verme. Coordinamos todo y nos fuimos a recorrer Chile. No había día en que yo no pensara en buscar el momento para demostrarle que él era mi elegido, sin embargo, como fantasmas se aparecían las voces de mis amigas diciendo: “duele más que la cresta” “se sangra como chancho”, pero mis hormonas ya se habían despertado y no había como calmar a las malditas.

Una noche, en un lugar muy místico, comencé a seducirlo, él sabía que yo no había estado con nadie y noté en su mirada cuanto disfrutaba ser el primero. Prontamente fue él y sus 10 años más que yo, los que controlaron la situación, me besó por todos lados, no dejó centímetro de mi cuerpo sin ser acariciado. Me preparó de una manera maravillosa y nos entregamos al más exquisito de los placeres. Me regaló un orgasmo maravilloso y me trató con una delicadeza inpensada, al otro día me trató como una reina, me cuidó, me mimó. Me besaba a cada rato, después de eso mis hormonas ya no sólo estaban despiertas sino que totalmente enyegüecidas y exigieron a gritos pasar al sexo real, donde fuera y como fuera. Lujuriosos a más no poder, yo tenía que ponerme al día y lo hice, ¡¡¡¡vaya sí lo hice!!!!

¡¡¡¡Descubrí las maravillas de mi clítoris, los regalos benditos que son los pezones, descubrí que me calienta en extremo que me muerdan el lóbulo de la oreja y lo placentero que es el sexo de pie antes de la ducha, durante la ducha y después de la ducha!!!! Descubrí que una de  las cosas que más me excitan es hacerle sexo oral a un hombre, ver como se van transformando de juguetones hasta perderse completamente en el éxtasis del orgasmo.

Descubrí muchísimas cosas, pero la principal de todas es que no me equivoqué, y si en algo me marcó esa primera vez (aparte de los múltiples orgasmos) es que de ahí en adelante me tiro a quien ¡¡YO QUIERO y porque YO LO ELIJO!!

viernes, 10 de junio de 2011

La que con fuego juega...


La que con fuego juega...

En mi mundo de perversidades estoy consciente que mi juego muchas veces puede ser con fuego y por ende, está claro, que me puedo quemar. Ese mismo conocimiento de la quemadura, sin importar cuan dolorosa sea, añade emoción, morbo y el toque de perversidad, que hace que la adrenalina fluya por mis venas haciendo que me arriesgue sin importar las consecuencias. A pesar de esto nunca me he quemado, o eso creí hasta esa madrugada.

Mi último juego con las llamas, Cristián, aún me tiene tiritando entre emoción, miedo, alegría pero por sobre todas las cosas, pasión.

A propósito con el posteo de una de nuestras perversas amigas “A Yegua Experimentada… ¿Pasto Tierno?”, Cristián es menor que yo... ¡10 años menor que yo! Y no, no me importa. De todos los hombres que conozco, puedo decir sin miedo a equivocarme, que es él precisamente el que más madurez emocional tiene. 

 

Nos conocemos hace 4 años, cuando tuvimos un breve romance el cual nos llenó de amor y por cobardes huímos los dos. A pesar de que nunca nos volvimos a ver, el recuerdo de ese romance estaba impregnado en mi piel cual tatuaje. En recientes días nos volvimos a encontrar y para mi sorpresa él me recordaba de la misma manera que yo a él, inteligente, buen conversador, gracioso, entretenido y sobre todo: BUEN AMANTE.


Después de varios días de plática cibernética, decidimos encontrarnos en persona, para conversar, mentira que los dos nos fijamos, pues teníamos claro que nuestro encuentro sería sexual y la conversación, si se daba, sería un añadido.

Llegó a mi casa, me besó la cara y su abrazo fue lento y lejano. La conversación entre copas de vino se tornó muy interesante y por unos instantes olvidé que quería devorármelo a besos y tener sexo desenfrenado con él hasta quedar inmóviles. De repente puso su mano en mi pierna,                                   
“Quiero tocarte. me dijo. 


Sentí como la sangre invadía tanto mi cara como mi vagina. 


“Me estás tocando. le contesté pues no se me ocurrió otra cosa.


“¡No! Quiero tocarte.” me respondió y se acercó peligrosamente a mí.

Nos besamos, y ya no pensaba en lo interesante que era la conversación. Mis pensamientos se habían transformado en pasión, lujuria, sexo.

Entre la mezcla de besos, rozaba sus manos por mis senos, y mi excitación se agrandó. Me quité la camisa e hice lo mismo con la de él. Mis senos buscaron su piel, y se dio cuenta de cuan caliente estaba yo; mis pezones me delataron.

Lo tomé de la mano y lo guié a mi habitación, y ahí estaba mi cama que ya había sido testigo de nuestra pasión. Me recostó y desabrochaba mi cinturón, pantalón, cierre de mis botas con un cuidado extremo, como si no quisiera perderse ni un minuto de lo que observaba.

Sus manos buscaron la humedad de mi vagina y lo cuidadoso que era cuando me desnudaba se le quitó. Arrebató los calzones de mis piernas de un tirón. Enterró su cara en mi sexo, que latía ante la presencia de su lengua y las succiones. No recordaba cuan experto es en el sexo oral Cristián y me encantó que lo fuera. Orgasmo tras orgasmo su lengua seguía jugueteando con mi clítoris y sus dedos buscaban dentro de mi vagina para hacerme explotar una vez más.

Me besaba todo el cuerpo oliendo a mí, sabiendo a mí. Me miró fijamente, mientras sobre su cuerpo yo lo besaba, me agarró la cara y me dijo:
“¡Eres hermosa!”

Sentí las llamas, más no las de la calentura que me llenaba, si no las llamas del juego con fuego. Para apaciguar mi pensamiento le dije entre gemidos que era “mi cara de caliente” mientras él repetía que no era eso y yo lo silenciaba con mis besos hasta llegar a su pene.

Me entregué, sus gemidos unidos a los míos, mi humedad, su pene bien erecto, nuestro ritmo  me hizo olvidar en aquel momento que era sólo sexo. Sentí su pene entrar en mí y fue un orgasmo instantáneo. Lo quería así, sacando mi hembra animal ante ese macho excitado sobre mí y así olvidar que estaba jugando con fuego. Nuestro ritmo, perfecto, sincronizados. Un orgasmo tras otro... Me faltaba la respiración y sentía como mis ojos se daban vuelta quedando blancos.

“¿Sabes cómo le llaman los franceses al orgasmo?”  me preguntó mientras apaciguaba sus movimientos.


Y entre un último gemido de ese orgasmo y con mi mejor acento francés le dije:
                                   “Le petit mort”

Nos reímos y abrazámos.


Abrazados conversábamos de lo mucho que nos extrañábamos, de lo bien que se sentía estar así abrazados. Sí, me estaba quemando en mi juego, lo sabía pero no quería darme cuenta. Cristián me olía, la cara, el cuello y así me volvía a excitar. Los besos comenzaban suaves para pasar a devorarnos los labios, las lenguas con desespero. Y el sexo... el sexo se hacía más intenso cada vez que comenzábamos un nuevo momento. Me di toda, mi confianza fue suya, no hubo pudor, no hubo reclamos, no hubo un NO. Esa madrugada todo entre los dos fue válido. ¡TODO!

Fueron cinco horas de lujuria, de sexo, y sí, de amor. Esa madrugada me sentí la mujer más hermosa del mundo, la más deseada, la más inteligente, perfecta. Me sentí su única.

Hoy me doy cuenta que la perversa que juega a propósito con fuego, porque es entretenido, porque la mantiene viva y le revuelve la adrenalina sabiendo que su inteligencia no la dejará quemarse, se quemó. Y tiene las manos heridas llenas de un amor que fue pero que nunca será. Las vendas serán temporales, las quemaduras las curará el tiempo y volverá a jugar con otros fuegos. La noche de amor, la noche que Cristián la hizo sentir hermosa, será la cicatriz  permanente que tendrá por atreverse a jugar sabiendo que se iba a quemar.



#LasPerversas en LUN


viernes, 3 de junio de 2011

Rotulaciones: No es una mala idea


Rotulaciones: No es una mala idea

Las rotulaciones son una excelente idea, pero no hablo de la lata discusión que se dio entre nuestros honorables sobre alimentos... no!!! hablo de la rotulación del macho masculino, del macho cabrío.

Me ha pasado (¡¿y a quién no?!) encontrarme de frente con la “bolsa de pelos”. Lo vi en una peli: un tipo medio perfecto no puede ser perfecto a cierta edad, por lo que debe tener algo escondido, una bolsa de pelos en el clóset (asquitoooo)... El tipo es mamón, o tiene problemas de carácter, o es medio loco, o es mentiroso, o es jote, o es... bueno, ustedes pueden alargar la lista.

Me ha tocado el gallo de buena conversa, entrete, simpático que de pronto se convierte en un macho absolutamente tirable. Me ha pasado que hemos llegado a la cama y resulta que una se demora media hora en mantener algo erguido por medio segundo!!! nooooo!!! y el wevón no se dio por enterado.

Me ha pasado que hay un tipo lindo, amorooooso, pero te encuentras que su bolsa de pelos es un anillo que no usa. Una mujer que en la casa lo espera con la comida y la cama calentitas... y el wevón creyéndose perverso por ahí! porque hay que decir que eso NO es ser perverso, no señores... eso es JOTE. No es lo mismo.

Me ha pasado que el wevón se hace el choro, el gallo shuper moderno, shuper abierto de mente! Te dice que es caliente por esencia y resulta que es más inseguro que gatito nuevo. ¡Galla! el sexo lo usan para aumentarse el ego: me tiré a la mina. Pero no les da para tener una relación... ¡¡¡no señores!!! porque ahí se recagan de miedo. Son de esos que buscan por otros lados hacerse notar porque la mina es mucho para ellos y no tienen idea cómo tratarla. El sexo es sexo y una a costalazo limpio asumió que si quiero perversear no puedo andar lloriqueando después. Lo mismo para el lolo.

Me pasó que el wevón toca rico, besa rico, conversa de todo, ES rico entero... vas al baño, conversas contigo mismo y llegan a la conclusión que es enteramente tirable. Resulta que te lo encamas y tiene la herramienta enana o flaca. Usted puede estar en absoluta discrepancia conmigo (y gracias a Dios si no con quién tiraría el muchacho) pero no me gusta la herramienta flaca. No me gusta especialmente grande porque para mi es como medio doloroso. Más bien de un tamaño normal aceptable pero más gordito...
O sea, ni muy grande que te duela ni tan chico que dé pena.

Me pasó esa weá que pasa en las películas: lo miras, te mira y dices... ¡ays! espasmo de emoción. Te viene esa contracción de musculatura pélvica. Conversas con él y la verdad es que no escuchas ni pito. Te toca y como que te hace cosquillitas. Pero en la cama lo único que sabe hacer es el misionero y pobre, pobre que se te ocurra- mala mujer, pérfida y de vida licenciosa- que intentes hacer alguna “maniobra” porque te trata de casi puta. Ese wevón es un wevas de marca mayor: lo hace mal y no quiere aprender porque tiene cero autocrítica.

Y así suma y sigue... uta, de tanto costalazo no se cómo no se me afina el ojo, porque sigo siendo imán para los tipos con bolsas de pelo escondidas en el clóset. Así, tengo mi propia campaña: ROTULADOS PARA HOMBRES.

Una especie de tarjeta de presentación donde salga en detalle: desempeño, tamaño (largo y ancho), estado civil, patologías psicológicas-psiquiátricas, relaciones con su familia (padre y madre imprescindible), etc.

De hecho, lo tengo medio decidido, cuando quiera hijos buscaré un macho cabrío que me entregue una descripción detallada y verídica de todas las patologías, aunque ahí deberé incluir pre existencia de enfermedades, tanto de él como de su familia: calvicie, cáncer, hipertensión, diabetes, etc. En fin, el rotulado es necesario, no tan sólo para mi salud sexo-mental, si no para asegurarme que el pool genético de mi descendencia sea tan bueno como yo exijo.