sábado, 1 de septiembre de 2012

¿Por qué callamos las mujeres?...

Muchas veces callamos porque así se nos enseñó y así se le enseñó a nuestras madres, quienes aprendieron de nuestras abuelas, las señoritas deben callar y si nos atrevemos a reclamar, a pedir, a patalear, pasamos de Damas a Histéricas. Me di cuenta de que lo más fácil para entender nuestros silencios, nuevamente era culparnos a nosotras mismas, a nuestras madres y a nuestras abuelas con sus enseñanzas, pero me di cuenta de lo injusta que estaba siendo, la culpa no es de ellas, ni de nosotras, ¡la culpa es de todos! 


Y es de todos porque aceptamos este modelo patriarcal impuesto y casi naturalizandolo, nos negamos a revelarnos ante él, nos enfrentamos a un Modelo de belleza impuesto, donde todas debemos parecernos a ese modelo, Altas; flacas, Jóvenes, pechugonas,con hermoso pelo, sin arrugas. 

Y nosotras nos creemos este modelo y nuestro baño se llena de productos para el pelo, cada vez que comemos chocolate es con culpa, el sostén push up se vuelve un aliado, los tacos son cada vez más altos, las cremas para las arrugas deben ser de día y de noche, “porque para ser bellas hay que ver estrellas” y todo esto disfrazado como “salud” y si es tan sano, ¿por qué no se le impone a los hombres igual sentido de lo que es la salud?. 

También callamos por miedo, por vergüenza, nos golpean, nos violan, nos abusan, disponen de nuestros cuerpos, pero la vergüenza la sentimos nosotras y simplemente callamos, ¿y cómo no hacerlo si todo lo que nos rodea nos empuja a eso? es como si la sociedad toda no quisiera ver lo que nos pasa y hacernos callar fuera la mejor venda puesta en los ojos para simular que nada ha pasado. Si una mujer es agredida por su pareja, nosotros la queremos víctima, ¡bien víctima de los abusos!, minimizada, queremos que su sufrimiento se note, sólo ahí pensamos que necesita ayuda, pero si ella pide ayuda antes, si se defiende al primer golpe, si trata de parar la violencia, nosotros la catalogamos de violencia cruzada, peor aún si ella dice que lo ama, simplemente nos sentimos con el derecho a decir “si ella se mantiene ahí, es porque le gusta la situación”, 

¿Cómo no callar si cuando quiere hablar, nosotros hablamos por ella? Este año llevamos 31 mujeres asesinadas por hombres, por el sólo hecho de ser mujeres, casi 600 en los últimos 10 años, sin embargo poco y nada decimos al respecto, ¿pero qué pasaría si fuera al revés? si dijéramos que son 600 hombres los asesinados por mujeres y que los asesinaron sólo por ser hombres, es muy probable que ya estaríamos preguntándonos, ¿qué les pasa a las mujeres que están asesinando? ¡nuestra sociedad se está volviendo loca!, sin embargo cuando las asesinadas son mujeres, nosotros callamos. 

Otras veces aunque las mujeres griten, nosotros nos ponemos sordos, es el caso de las mujeres lesbianas, completamente invisibilizadas, borradas, anuladas, Valeska Salazar, la niña sobreviviente, que fue golpeada con la intención de asesinarla por ser lesbiana, una entrevista en la televisión y nunca más se supo de su caso, no se pide justicia, no hay Ministros ni Presidente de la República apoyándola y emplazando a los jueces a hacer bien su pega. Es lesbiana, nuestra sociedad patriarcal se niega, se ensordece, las anula, las invisibiliza, es mejor simular que no existen, aunque ellas nos griten a diario que están acá. 

Hace poco leí un relatos que me sobrecogió, fue el de las mujeres abusadas sexualmente como método de tortura en el régimen militar, creo que ese relato encierra muchos motivos de porque callamos las mujeres, allí se lee el miedo, pero además la valentía, si callamos y protegemos a los nuestros, somos valientes y a las mujeres se nos impone ser valientes, (realidad conocida por nuestro pais, ¿no fuimos las mujeres las invitadas a reconstruir después del terremoto? ¿no salían los comerciales diciendo que nosotras debíamos tener la fuerza y la valentía para parar nuestro país que estaba en el suelo?) Y esa valentía impuesta nos obliga nuevamente a acallar y a silenciar nuestros miedos. 

Pero además se siente vergüenza, vergüenza del ultraje al que fueron sometidos los cuerpos, ¿cómo contar todo lo que hicieron a esos cuerpos desnudos y con ojos vendados? Miedo, vergüenza, valentía impuesta, y sumamos a eso que cuando al fin las palabras pueden comenzar a salir, nosotros, no queremos escuchar... No me cuentes eso; calla que me daña saber lo que te pasó... mejor no pensemos en esas cosas, borrón y cuenta nueva que la vida continúa... Actualmente nos hemos enterado del abuso sexual que cometen los Carabineros contra las estudiantes en toma, los agarrones, las tocaciones y ahora las obligan a desnudarse completamente para revisarlas, no respetan ni el periodo menstrual, ellas dentro de los cuarteles intentan defenderse, reclaman y las golpean más. 

Estas niñas me traen de vuelta la esperanza, porque ellas ya no callan, porque los años de lucha del movimiento de mujeres les ha enseñado que nuestros cuerpos nos pertenecen, que nadie tiene derecho a hacerle nada que nosotras no queramos y ellas lo están gritando, nos están poniendo un espejo como sociedad y nos están mostrando y gritando lo que no queremos ver ni escuchar, se están revelando a los siglos de silencios impuestos. ¿Por qué callamos las mujeres si nacemos gritando? esta es una doble invitación, primero a escuchar, nos cuesta tanto escuchar, dejemos de taparnos los oídos y aprendamos a escuchar y segundo, a no callar, a hablar, a reclamar, a patalear aunque nos traten de histéricas, basta ya de soportar y si agreden a una, gritemos todas!

viernes, 24 de agosto de 2012

Perversa engañada, macho humillado

 
 
Recuerdo esa mañana, mi jefe me pide organizar algunas actividades, voy cerrando la puerta de su oficina tras de mí y escucho una voz que a medida que avanzaba en las frases se iba distorsionando, llegando para el final sólo sonidos inaudibles:
- El abogado asesor se ausentara 5 días. Esta tarde nace su hijo.
(Me ha llevado tiempo escribir de él, no tiene mayor significancia en mi vida, pero quizás la conexión temporal con el oscuro periodo en que naufragaba mi vida).

La verbosidad de este hombre que llegó a integrar nuestro equipo de trabajo me fue atrapando, de primera vista no me pareció un tipo atractivo, y eso que soy sujeta de estudio entre mis compinches por tan alternativo gusto por la belleza escondida.

Lento a rápido se fue suscitando nuestra complicidad, una mañana, sin dar muchas vueltas al asunto, respondí a su correo
- Acepto, pero es ahora, nos juntamos en media hora en la esquina y partimos. 
No recuerdo literalmente esas frases que oscilaban entre la incredulidad y la sorpresa de mis palabras. Esa tarde en una habitación rentada por horas, comenzó nuestro tórrido romance clandestino.

Nos ingeneábamos para concretar nuestras citas sin despertar sospecha, si algo he aprendido es a evitar el comidillo de oficina. Creo que fue algo más de un mes de aquella tarde, de aquella, que comenzó este relato y vuelvo a evocar.

Cuando oí las palabras “nace”, “hijo” mis piernas comenzaron a temblar, mi manos sudaban estrepitosamente y un zumbido ataque furioso en mi cabeza, la palabras mutaban a nuestras departiciones de tardes en desnudo, oyendo sobre su torso sudado cómo se suscitaban sus días de ajetreada vida de varón separado. La saliva contenida en mi lengua sabía amarga y las lágrimas maltratando el lagrimal.

Cuando volvió guardé silencio, nada le increpé, un mes me dije…y nuestras aventuras hoteleras se suscitaban con aparente normalidad.

Cuando lamía su bálano y le oía gemir con desenfreno, incitándome a no desprender mi boca de su sexo erguido y mi lengua se enviciaba más saboreando el símbolo del mal nacido que me había engañado, me montaba furiosa cabalgando salvaje hasta explotar en gritos de placer-odio.

Me empeñé en hacerlo dependiente de mi vulva, de mi boca, de mis dedos, me prometía el cielo para conseguir meternos en esas camas que se mancillan de amantes perecederos. Una tarde mientras gemía en su oído le lamí el lóbulo y deje caer palabras en absoluta calma:
 - ¿Cómo está tu tercer hijo?

Su boca dibujó una mueca torcida, las palabras oficiosas articulaban frases negando, explicado, justificando. Me levanté al baño y salimos juntos, como tantas tardes noches, en silencio… Sí, me robé sus deseos, sus emociones, su cordura… hice un títere de él. No me juzgue, yo era una más entre tantas, yo no me empleé de vengadora de ninguna, sólo cobré justicia, me hice la bala que se escapa en la ruleta rusa. Jamás su mujer supo de mi… después de esa tarde nunca más volví a besar siquiera su boca, pero me complacía verle cautivo buscando maña y forma de volver a poseerme.

Extrañamente, la rabia no erradicó todo la complicidad efectiva que habíamos conjugado antes de la verdad, medio amigos, medio…si aclaro que sólo medio…

Unas semanas extrañas y dolorosas irrumpieron como todo llega a mi vida, con escándalo, con furia, batiéndome la cotidianeidad, fue mi oído, yo creía que ya había pasado el rencor, creía… pero bastó que me propusiera un fin de semana en Viña.
 - ¡Vamos al casino! 

Una bofetada me alertó lo sentidos, acepté, incluso un poco de beneficio a la duda le otorgué a mis juicios, dejé todo en sus manos, buscó el hotel, la habitación… le sugerí una matrimonial más una cama pequeña, no expliqué mucho, él ensimismado, tampoco recibió la señal de alerta para mi última jugada.

Pasó a buscarme a mi departamento, acariciaba mi mano de cuando en vez en el camino, llegamos directo al casino, apostamos, bebimos, reímos… ya de madrugada me dijo seduciéndome al oído:
- ¿Nos vamos?
- Vamos, que no puedo postergar más cuanto deseo sorprenderte


No mentí, sí, supe sorprenderle cuando le pedí que no me besara aún, le dije iría al baño a prepararme para esa noche… Cuando salí, me paré frente a él que ya estaba desnudo en la cama matrimonial, yo tenía un vaso de agua en las manos, lento me acerque y le di un beso en la mejilla:
 - Buenas noches
- Ven…


Abrió la colcha, volteé y le dije:
 - Bien, escogiste la cama más amplia, yo me acomodo en esta pequeña.
Dejé el vaso de agua en la mesita de noche, y su palabras pidiéndome, invocándome, suplicándome…
Lentamente tomé mi bolso de mano, saqué una pastilla, bebí el vaso de agua, le miré y sonreí:
 - No insistas, entre el cansancio y la tableta no tardaré en dormirme.

No se cuánto tiempo transcurrió, no mucho creo, pero me era insoportable oírle llorar, gimotear:
- Esto no me puede estar pasando a mi, soy un imbécil!!
 
Desperté a medio día, le oí hablando,
- Estoy en tribunales y en cualquier momento entró al ascensor y se corta el llamado, mi amor vuelvo hoy antes de mediodía.
Dejé pasar un rato me dirigí al baño y dejé que el agua me lavara los pecados que aún no he cometido, me vestí con mucha pausa:
 - Ahora llévame a almorzar.
Y sus mentiras otras vez arrancaban de su boca, “que algo había pasado, que debía viajar urgente a otra ciudad más al norte” y tantas razones que ya ni recuerdo, me sugirió pasara una tarde en el casino y pasaje en bus a Santiago.

Le repetí ahora en tono de imposición:
- Llévame a almorzar, y después me dejas en la puerta de mi casa, si no lo haces, hay mucho que tengo por contar a tu mujer.

No creo en la fidelidad, tampoco en el amor para toda la vida, creo en los encuentros, en la piel, en los afectos, en las lealtades, pero por sobre todo creo en la verdad “este soy yo” ahí yo mujer, decido, lo tomo o lo dejo pasar.

Han pasado años, a veces me busca, me incomoda… exaspera mi ánimo, quizás mis malas palabras alivian alguna culpa, no se porqué se empeña en no abandonar para siempre mi vida.


#LasPerversas
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viernes, 27 de julio de 2012

Perversa



No es fácil ser Perversa, así de simple, y no me refiero sólo a ser una mujer que escribe historias de sexo en un blog junto con sus amigas, me refiero a más que eso.
Llegar a considerar el sexo como algo natural, simple y sin sobrevalorarlo, requiere tiempo y madurez. A las mujeres desde pequeñas nos hablan de sexo, pero no nos hablan de placer, de orgasmos, de piel, de gemidos, de sensaciones ricas; nos hablan de embarazos, de sida, de que si nos acostamos en la primera cita somos putas, que si no les damos el gusto a los hombres en la cama, nos van a cambiar por otra y así un sin fin de cosas que se centran más en lo que los hombres quieren o en lo que las demás mujeres hablarán de nosotras.

Cuando te das cuenta de que el sexo es eso, simplemente sexo y que puede ir acompañado de amor, de calentura, de curiosidad, de incertidumbre, de capricho,de obsesión, de ternura, etc, etc, y de todas ellas juntas, por separado, mezcladas o de ninguna, se comienza a pasar bien.

Lo que yo persigo con el sexo es placer, puro y delicioso placer, el resto de lo que acompaña ese placer puede ser variado y es lo que le pone pimienta al asunto.
Y cuando se supone que el asunto se pone sencillo, tanto que hasta escribes en un blog sobre ello, viene el resto y te lo hace difícil, vienen los miles de prejuicios de las personas. Me han dicho de todo gracias al blog, Diosa, Puta, Mentirosa, Fantasiosa, Idola y así podría pasarme el post entero enumerando los adjetivos.

Lo más complicado viene cuando conoces a un hombre y se entera de que escribes en un blog o cuando algún hombre se te acerca por escribir en ese blog. No sé que se les pasará por la cabeza, pero casi piensan que si se acuestan con una se volverán multiorgásmicos. Se imaginan todas las historias del blog juntas en una noche, cuál maratón perversa, después les baja la inquietud de ser protagonista de una de las historias y viene la ya concurrente frase “Si alguna vez tú y yo estamos juntos, espero estar a la altura del blog... porque escribirás de mí ¿cierto?” y ya se imaginan protagonizando una de las historias, preocupados de cómo describiremos su cuerpo de adonis, su pene inmenso, sus erecciones simultáneas y así casi la mejor porno de la vida protagonizada por ellos... O sea, quieren que una perversa les haga de todo, les regale el mejor placer de sus vidas, pero después en la historia quieren que nosotras contemos la película como si ellos fueron los que nos dejaron casi inconscientes a punta de orgasmos...

Si resulta que formalizas una relación, ya muy pronto viene la inocente frase “¿Y ahora cómo lo harás con el blog?” ¿dije inocente? corrijo = ¡¡¡MACABRA FRASE!!!, porque detrás de eso viene el resto; “imagino que no escribirás sobre otros mientras te acuestas conmigo”; “¿Cómo te sentirías tú si yo escribiera de mis aventuras con otras mujeres?”; “Ya sé que son historias antiguas y que para ti es entretenido e importante escribirlo, pero no puedes evitar que yo sienta celos”... “¿Pero no entiendes que yo reconoceré cuales son tus historias?, no quiero saber si tu ex la tiene más grande que yo!!!” y bla bla bla...

El sexo es tan simple y tan rico a la vez, por eso cuando mejor lo paso, es con aquellos hombres que lo toman en su justa medida, esto es PLACER!, sin complicaciones, sin cuestionamientos ni expectativas, el sexo es eso, simplemente sexo, dar y recibir, querer sentir placer y calentarte porque el otro también lo siente, disfrutar del bendito ORGASMO y de todo el proceso previo. Mis protagonistas son esos hombres, los que entendieron y me entendieron, los que no se reafirman por protagonizar una historia y los que no esperan que yo les dé nada, a algunos los he amado, a otros los conservo de amigos y otros simplemente fueron pasiones de una noche, pero ninguno de ellos planeó la historia antes de que pasara... así que ya saben machos lectores, acá la pega, se hace de a dos!

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viernes, 6 de julio de 2012

Educando a mi clítoris




No me sorprende la incapacidad de la hembra de hablar sobre sexo. No hablo de la conversación típica sobre si te tiraste o no a alguien, sino de la profunda respecto de la calidad de la performance, donde tienes la posibilidad de recibir consejos sobre tener mejores orgasmos. Nos enseñaron a callar, a ser permisivas, a ser “finas, educadas y elegantes” y sólo estar para el deguste del macho.

El porqué no me sorprende es muy obvio. Estudié en un estricto y formal colegio, en mi familia no se habla de sexo y algunos aún me quieren desheredar por escribir en este blog sobre mis historias de cama. Cada vez que digo pico me asesinan con la mirada, aunque hay algunos disidentes que tratan de llevarme el paso, pero sólo tratan. Mis amigas eran poco dadas a conversar sobre estos temas y mucho de lo que aprendí fue gracias a tremendos personajes que pasaron por mis sábanas o bien leyendo a escondidas cuando internet se demoraba horas en cargar una página.

Tuve malos polvos... malos... ¡¡¡malos!!! De esos donde te le quedas mirando tratando de descubrir si se habrá dado cuenta que no se paraba y que en realidad no estabas sintiendo nada. O que llegaban, te rasgaban los calzones y te lo metían como su fueras sólo un cuerpo y no una hembra.

Muchas veces callé. Callé por ignorancia, por vergüenza, por miedo, por no hacerlos enojar, porque no sabía cómo reaccionar, porque no sabía tampoco cómo hacerlo mejor. No me conocía. No entendía la potencia de mi clítoris, lo desatado de mis besos, la necesidad del roce en mi piel, la locura de mi lengua en búsqueda. No sabía pedir... ¿pedir qué? ¿un orgasmo a secas? No, toda petición debe ir acompañada de una pequeña explicación:

  • Un poquito más a la derecha, un poco más abajo... ¡sí! ése es mi clítoris y cada vez que lo tocas siento cómo se descarga mi piel en olas de pasión incomprensibles e inexplicables.
  • ¡No! no tan fuerte por favor... si rozas suavemente mis pezones, se conectan con mi clítoris y dilatan mi vagina.
  • Amo cuando tu lengua roza mis orejas y cuando me dices palabras cochinas susurradas con tu aliento caliente... Cada vez que lo haces siento cómo me embargan mis propios fluidos en la entrepierna.
  • Agárrame del pelo mientras me penetras, no fuerte! desde la nuca, como si no quisieras que me marchara de ahí... si lo haces, mi entrepierna late en contracciones que embargan mi cuerpo de placer.

He descubierto la satisfacción a través de las palabras, pero esas palabras vienen del autoconocimiento... la masturbación ha sido clave para comprender que si hablo con el macho que me calienta por la vía que sea, unos roces a mi clítoris puede llevarme al orgasmo rápidamente. Necesito de la imagen, de la palabra, de la seducción. Necesito sentirme ferozmente deseada.

El sexo no es sólo penetración, por favor no vengan a metérmelo como se mete un helado en la boca, si no me han preparado y excitado antes. Soy de juego, de revoloteo, de hormonas desatadas, de mantener el calor de la entrepierna por un rato. Me gusta quedarme quieta para sentir la turgencia de mi compañero adentro mientras late acompasadamente a mis propias contracciones. Me gusta cuando mis pezones se yerguen al contacto con la lengua. Cuando... cuando tantas cosas... con un hombre que me calienta soy capaz de hacerlo todo, cualquier cosa... “mételo dónde quieras y cómo quieras” es mi frase favorita.

He tenido malos polvos... pero he tenido buenos también. Fueron buenos cuando comencé a leer, a preguntar, a explorarme. El día que decidí que una cacha puede ser sólo un polvo al aire, pero como es mi decisión tengo que gozarla, por lo que nunca más iba a fingir un orgasmo ni a quedarme callada. Me responsabilizo primero por mis orgasmos... y desde ahí puedo hacer gozar a mi compañero.

La libertad... bendita libertad de pedir y gozar... hablando, gimiendo... no toda la responsabilidad es del macho. Muchas veces cuando no nos escuchan es porque no nos hacemos entender.

Tacto, tino... no, no han sido mis compañeros en la vida... pero el macho que comparte mi lecho debe saber entender. Para mi siempre en la cama hemos sido dos...

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viernes, 22 de junio de 2012

Yo, sueño mojado


 
Me quedé dormida pensando que ayer ya no estabas y extraño el roce de tu cuerpo sobre el mío. De repente te escuché nuevamente. “Juega” me dijiste. Me reí, no podías calentar de otra manera la situación, “¿Juega, así como un partido de damas en cama?”  respondí muerta de la risa. 

Te pusiste serio y sentí tus labios buscar mi cuello. Comenzaste lento, besos mariposa sobre mi piel que se erizaba cuando tus labios la tocaban. Llegaste donde mi cuello se encuentra con mi espalda, mordiste, agarrando la piel entre tus dientes acariciándola con tu lengua. Mi risa desapareció apresurada y sentí el golpe de deseo en mi clítoris que comenzaba a latir. “Juega” dijiste nuevamente sin soltar mi piel de tu boca.

Metí mi mano entre mis calzones y mi entrepierna. Mi clítoris, increíblemente, ya sobresalía de mis labios, duro y latiente. Tienes ese poder sobre mí, desde siempre, escuchar tu voz me hace vibrar en celo.

Tomé mi clítoris entre mi índice y pulgar lo apreté suavemente, creí explotar en ese momento, pero me aguanté. Lamiste mi espalda, bajando por el centro, despertando cada vértebra en camino hasta mi pelvis. La sensación de tu lengua mojada en mi espalda se reflejaba en mi entrepierna, sentía como se abrían mis labios para dejar al descubierto mi rosado clítoris, esperando. Apreté mis dedos contra mi clítoris, hundiéndolo suavemente dentro de la piel que lo rodea. Sentí como mis jugos comenzaban a bajar, mojando toda mi vagina. Mis dedos resbalaban pero no quería soltar la presión que le daban a mi clítoris.

Tus labios, tu lengua, aún jugueteaban en la curvatura de mi espalda y así mismo mis dedos se apresuraban a jugar entre mi labia. Con mi mano derecha busqué mi pezón y de la misma manera que apretaba mi clítoris entre mis dedos, lo aprisioné y apreté hasta infligirme ese dolor gustoso que también siento cuando son tus dientes los que juegan.

Tu saliva se deslizaba sobre mi espalda haciendo un camino que lubricaba hasta mis nalgas. Mis dedos hacían sus maravillas sobre mi clítoris, yo gemía, tanto por mis caricias, como por  tu boca ahora concentrada en mis nalgas.

Abriste mis nalgas y sentí tu saliva caliente bajar por mi cola, y con tu dedo suavemente la regaste humedeciendo toda el área. Metiste un dedo y sentí como gemiste, te calentaba ver como se abría. Yo la apretaba peleando con tu dedo que la quería abrir cada vez más.  Mis dedos entonces encontraron el camino dentro a mi vagina y apreté con fuerza hasta sentirlos pillados dentro de ésta.

Mi orgasmo no tardó después de ésto y aprovechaste de virarme y meter toda tu cara en mi entrepierna. No habían dejado de contraerse mis músculos y tu lengua recibía todos mis jugos. Tus manos volvieron a buscar la entrada de mi cola, mientras chupabas mi clítoris, lamías y mordías mis labios. Me retorcía entre orgasmos, casi perdí el conocimiento.

“Juega” te dije excitada. Me entendiste bien. Desnudaste tu pene que apenas cubría tu calzoncillo. Halaste mi cabeza por mi cabello hacia atrás y metiste tu pene en mi boca. Lo apreté y succione. Tus testículos se contrayeron y sentí tu pene crecer más en mi boca. Lo sacaste de una aunque yo lo ansiaba más. No era lo que tú querías.

“Quiero tu cola”  dijiste entre respiraciones aceleradas. Me puse en cuatro, mojé mi mano con saliva y lubriqué toda mi cola dándote el visto bueno a lo que me pedías. Miré hacia atrás y vi como el condón se estiraba completamente en tu pene completamente erecto.

Paré mi cola lo más que pude, con tu mano guiaste la punta de tu pene. Mojabas con tu saliva mientras me ibas penetrando poco a poco. Entraste completo y sentía como latía la cabeza mientras tú te movías despacito. Gemías y eso me excitaba más. Sentía mi vagina completa latir y al llegar mi orgasmo. Cuando se apretó mi cola, en un orgasmo, gritaste y supe que también habías tenido tu orgasmo.

Mi entrepierna estaba completamente mojada, goteando hasta mis muslos y mojando mi cola. Mi mano apretaba aún mi clítoris que latía después de tantos orgasmos. Abrí mis ojos y reí a carcajadas, porque #lasperversas también tenemos sueños mojados.

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viernes, 15 de junio de 2012

MANOS ATADAS, LUJURIA DESATADA





No teníamos casi nada en común...años, gustos, vocaciones, ciudades, todo era distinto, pero en la cama... uffff en la cama todo cuadraba, era tan bueno lo que lográbamos, que se mudó a mi ciudad, nos pusimos a pololear y comenzó nuestra historia...


Yo tenía experiencia, pero con él aprendí que no se trata de experiencia, se trata de liberarse, de conocerse y disfrutar...

A mí me sorprendía su apetito sexual, debo confesar que a ratos me ponía insegura, él sabía lo que le gustaba demasiado bien. Se sentía libre de gozar y disfrutar y yo me asustaba, ¿y si no lograba estar a su altura? Un día lo hablamos y me dijo: “No te asustes, te voy a confesar que pienso todo el día en sexo, pero pienso en sexo contigo, porque me gustas, porque te disfruto, porque siento que tenemos tanto aún por descubrir, y tú deberías sentirte contenta y liberarte de una vez por todas y liberarte conmigo”

Señores... ustedes no se imaginan cuánta seguridad le pueden dar a una mujer con esas simples palabras, muchas veces el no hablar de lo que sentimos, nos limita, basta con abrir el espacio y la vida les puede cambiar.

Desde ese día comenzamos nuestro juego, yo me sentía deseada y ¡todo el día deseada!.
Sólo saber que calentaba a mi hombre, me calentaba a mí, probamos lugares, disfraces, nos confesamos fantasías, al principio nos costaba, no es fácil sacar las imágenes de la cabeza y lograr ponerlas en palabras con otro, pero cuando sabes que enfrente tienes a alguien dispuesto a escucharte, no juzgarte y, lo mejor de todo, a cumplirlas, ¡¡¡te animas!!!
Y le confesé una de mis tantas fantasías, lo quería dispuesto y entregado a mí... y así lo fuimos haciendo realidad...

Los pañuelos de seda que lo amarraban, cubrían suavemente sus muñecas, pero dejaban sus manos con poca libertad de movimiento, sus ojos estaban vendados y yo me sentía la Diosa del Placer, quería excitarlo tanto, hasta que me suplicara hacerlo acabar... Lo dejé así un rato, sin saber qué es lo que iba a pasar, dentro de mis implementos tenía hielo, yogurt, té tibio, chocolate líquido y vaselina... Comencé a pasar mi lengua por su espalda, me movía cuidadosamente, para que él no intuyera donde se posaría mi lengua, con cada nueva lamida yo notaba sus escalofríos, mezcla de sorpresa, susto y placer.

Tomé el yogurt y sin que él supiera lo dejé caer de a poco en su espalda, estaba helado, yo notaba como se encrispaba, pero rápidamente ponía mi lengua tibia y comenzaba a lamerlo, luego puse chocolate en mis pechos y lo hice chuparlos, él estaba excitadisimo, quería tocarme, pero las manos amarradas se lo impedían, parece que sus manos y todo su cuerpo se apoderaban de su boca, con ella intentaba hacer todo lo que el resto de su cuerpo no podía, su pene estaba más duro que nunca, y yo caliente como pocas veces, hay pocas cosas que me excitan más que ver que caliento a mi hombre.

Me alejé de él y nuevamente lo dejé en la incertidumbre, sin saber lo que iba a pasar, esperando, ansioso, alerta y con una erección que parecía que su glande iba a estallar.
Puse hielo en mi boca, la helé bien y comencé a hacerle sexo oral, luego alternaba con el té y así jugué con la temperatura, a ratitos muy helado y a ratitos tibio, en cualquier momento se venía, yo sentía como se iba poniendo más y más duro, adivinaba su posible orgasmo y paraba... Lo mantuve así un rato, su respiración se alteraba, gemía, se retorcía, que delicia ver a ese hombre así de entregado, finalmente le puse vaselina en el pene y comencé a masturbarlo, se sentía suave, su pene durísimo, su glande rojo, exquisito. Me puse vaselina en los pechos, le saqué la venda de los ojos, desamarré sus manos y comencé a masturbarlo con mis pechos mientras lo miraba fijamente a los ojos, el orgasmo vino muy pronto, fue como una explosión de todo el placer acumulado. Él estaba feliz, me atrevería a decir que hasta ese momento, ese fue el mejor orgasmo de su vida y yo, yo me sentía realizada, deseada, una Diosa del Placer.


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sábado, 19 de mayo de 2012

El balcón de la lujuria




Tuve un romance que no prosperó ¿Causas de la vida quizás? Pero han pasado algo más de tres años y nuestros encuentros furtivos jamás confesados a las amigas en común, hasta un corto tiempo atrás, continuaban intermitentes acaeciendo.

El único alargado periodo de lejanía sexual, fue cuando me las di de noviecita, sí, una linda relación de doce meses exactos. No puedo con la culpa, si me establezco en una relación me comporto, pero más allá del deber a otro, es un asunto de lealtad a mi decisión, pero que bah, explicarlo es asunto para otro texto.


El es medio “puto”, no es un hombre que te voltees a mirar en la calle, pero no sé qué extraño magnetismo le hace siempre ser macho en cama de mujeres agraciadas e interesantes. En todos estos años, la mixtura de formas corporales, colores de pelo y profesiones de las féminas es de lo más variopinto. Quizás, su expertis se deba más que a su arte, a su saber como  psicólogo.

Entres esos ires y devenires de cuanta hembra le he contado, muchas veces cuando a mí y sólo a mí me entra en ganas, le visito, me entrego a un masaje a sus manos buscadoras, me cuelo en su cama y hacemos terapia sanadora sin diván, pero con ejercicios de motricidad gruesa sobre el colchón.

Una tarde recibí un llamado, fue de esas horas en que se conjugaba la corta localización geográfica la una del otro, la líbido en alza y el macho cumplidor a disposición. No fueron más de cinco minutos en taxi, llegue a su departamento y había un par de amigos, charlamos un rato y nos retiramos a su dormitorio. La noche nos acariciaba tibia, salimos al balcón contiguo y recordó la tarde que llegué a su puerta de abotonado abrigo negro y medias al mismo tono, que para su sorpresa y placer visual a desprenderme de la prenda estaba mi piel desnuda. Mientras me hablaba yo mecía la copa en mi manos y comencé a rozar mi pierna derecha sobre la izquierda, mis ojos sobre los de él y medio mordiéndome la boca, me miraba mis piernas que sobre la silla parecían interminables de largas… quedó en silencio y me dijo,

- me provocas
-créeme, SI fue mi intención, respondí
Separé sutilmente las piernas mientras mis dedos se deslizaban  unos centímetros más arriba de mi rodilla, rondando en zigzag hacia mis muslos para volver casi a mis rodillas… con voz pausada  me preguntó,

-bajo esa falda no hay ropa interior, ¿verdad?

Seguí en silencio y el frotar de mi piernas aún continuaba siendo rítmico era más marcado, hasta que mi pie descalzo fue a reposar en su entrepierna y los dedos ejerciendo sutil presión sobre su abultada masculinidad latiendo.

La brisa tibia nos llegaba quemante, me sugirió volviéramos a la habitación, sonreí e hice un gesto.

-acá

Escudriñé la distancia del edificio al otro lado de la calzada y los departamentos que tenían las luces encendidas estaban en un ángulo impreciso para fisgonear abiertamente las contorsiones que vendrían.

Arrinconó las sillas y sacó un colcha de su cama para acunar nuestras lujuriosas jactancias. Extendido en el balcón, con el claro de la ya luna sobre su iris me deslice sigilosa desde el extremo avanzando cual gata a punto de atrapar su presa, montada a horcajadas sobre su sexo erguido rozando mi vulva sin prenda interior comencé a zarandearme entre gemidos y espasmos.
 
Me estiré sobre él y comencé a retroceder, lamiendo su muslos, sus pantorrillas su empeine, de cuando en vez cruzando miradas fijas…hasta volver a su entrepierna deleitando mi lengua con su sexo abultado dentro de mi boca, mis labios presionando suavemente se deslizaban hacia la extremidad, para volver a bajar suaves al comienzo de su sexo.

Me desprendí de mi deleite, pasé mi dedo húmedo sobre su bálano y lo lleve a mi boca para lamer su condensado placer, arremangue mi falda y me monté sobre él…en culminaciones sucesivas caí exhausta sobre su torso desnudo.

Me declaro demasiado simple, no tengo maestría alguna, más mi lujuria se desata sobre un varón deseándome, me excita un hombre ardiendo, ese copular lo guardo entre mis memorables… ¿La noche?... ¿el balcón?... ¿Mi pelo que a ratos se asomaba por sobre el medio muro sólido?... Poderosos afrodisíacos que me arrancaban espasmos uno tras otro.

Como relaté al principio hace un tiempo que no nos vemos...


#LasPerversas

sábado, 12 de mayo de 2012

La adrenalina...


Una de cada diez personas tiene sexo en la oficina

Hace rato que no tengo tiro, más que por falta de candidatos, es porque ando quisquillosa... no sé... no quiero tirar con cualquiera. Estoy media aburrida de saltar de cama (que no es malo, pero me da por épocas).

Y como ando media falta de sexo, me da por recordar... ando nostálgica del roce. No tiene que ver con el orgasmo, creo que lo he dicho antes, pues el orgasmo puede llegar con la ayuda de mis ágiles dedos o con alguno de mis vibradores... ¡no! Quiero roce.

Este exceso de recuerdos me llevó a mis TOP 5 (estoy enamorada de Rob Gordon) y entre medio y en eso se me vino a la cabeza y a la entrepierna un recuerdo vívido... Estoy sentada en la silla y escribiendo en el escritorio que nos sirvió de arranque pasional. Sexo en la oficina... ¡¡¡Qué wevada más rica!!!

Empezamos por falta de tiempo para irnos a otro escenario y se nos hizo media costumbre porque es maravilloso conjugar calentura con peligro (quien haya tenido sexo en un lugar público sabe a lo que me refiero). Mirar hacia el horizonte con la sospecha que desde otro edificio te ven con el vestido arremangado, las manos apoyadas en la mesa, piernas abiertas y un hombre contonéandose suave y brusco detrás tuyo...

Confieso que es uno de mis lugares favoritos para un polvo express, no sólo porque tienes rincones cotidianos que transformas en excitantes escenarios, sino porque siempre está la posibilidad que alguien se devuelva porque se le quedó algo o que te vean desde el edificio de enfrente.

Sí... tener sexo en la oficina me calienta. Sentarme en el escritorio de la peor compañera mientras mi macho me embiste es uffff. Hacerlo en la sala de reuniones... en mi escritorio... en el de mi jefe. Esperarlo sin calzones sentada en mi escritorio. ¡Quiero!

La altura del escritorio da un ángulo de penetración maravilloso, media echada hacia atrás, piernas abiertas y pie apoyado en una silla para mayor estabilidad. Sentada en el mueble que es más alto y él sentado en una silla haciéndome sexo oral, con mis piernas apoyadas en el respaldo de la silla mientras él queda perfecto para saborearme. Él sentado en la silla y yo cabalgando sobre él. Yo apoyada en mi escritorio, con la cola muy parada para que pueda embestirme lo más duramente que pueda.

La primera vez que lo probé como escenario fue con un amigo. No nos aguantamos la pasión y en vez de pasar a buscarme para irnos a un motel, terminamos tirando arriba de la mesa de reuniones. Me gustaba esperarlo en verano sin calzones, de manera de ir calentando el ambiente; entró a la oficina, donde debí quedarme trabajando horas extras por la gran carga laboral, me abrazó fuerte con un beso en la mejilla y en vez de soltarlo, le agarré una nalga con una mano y con la otra, rocé levemente su entrepierna. No bastó ni medio segundo para que se parara como un gran mástil.

Bajó su mano hacia mi culo, levantó el vestido y me apretó. Lanzó su chaqueta, se desabotonó el cuello de la camisa, aflojó la corbata, me dio vuelta y me apretó contra su pene, su delicioso pene, mientras me masajeaba las tetas y yo, con mis brazos hacia atrás, acariciaba su cabeza. Bastó un minuto para que llegáramos a la sala de reuniones, donde me sentó en la mesa y comenzó a hacerme sexo oral. Cada lamida en mi clítoris hacia que mi pezón se erguiera tanto que amenazara con salir del vestido. Estaba lista, preparada y él lo sabía bien. Se puso el condón que traía y me penetró. Mi cuerpo se echó por completo en la mesa de reuniones, mientras abrazaba sus caderas con mis piernas... mis pantorrillas lo apretaban fuerte para que la embestida sea más poderosa.

Estuvimos unos cortos minutos así, pues rápidamente me levantó de la mesa. Se sentó en una de las sillas que tenemos alrededor de la mesa y me senté sobre él, mirándolo a los ojos me moví en círculos, de atrás hacia adelante, de abajo hacia arriba. Una de sus manos me tomaba del culo para que me sintiera más segura y su otra mano jugaba con mis tetas, llevándose mi pezón a su boca... lo chupaba, lo succionaba... mientras yo estaba con una oreja parada por si a alguien se le hubiera ocurrido devolverse.

Cambié de posición y me senté de espaldas a él. Me metía su pene, mientras mi clítoris quedaba a su y a mi disposición para el juego. Sólo un par de embestidas, masajeando mi clítoris, nos llevó a un orgasmo. Sonoro, quejumbroso, caliente... sentía cómo mis fluidos me mojaban... no quería ni moverme... ¡¡¡Ruidos!!! Me levanté rápidamente, buscando mi vestido y él se subió los pantalones a la velocidad del rayo... ¡¡¡falsa alarma!!! era en la oficina de al lado que sonaba un manojo de llaves... pero eso a mi me puso a mil.

Desde ahí uso mi oficina como un segundo motel sin costo, donde el mobiliario hace maravillas cuando se sabe usar.


#LasPerversas

sábado, 5 de mayo de 2012

Perversa sabiduria




Pasaron 14 años desde aquella historia aquí narrada "En cuanto lo vi" (mi primera vez... )
hace algo más de poco tiempo apareció el mensaje
“Estoy en Chile por unos días, si puedes y quieres, podemos tomar un café” 

Todos los recuerdos se me vinieron de golpe, me puse ridículamente nerviosa, 
marcaba el número que me había dejado y se me hacía imposible comunicarme, 
me sudaban las manos, mi respiración era agitada, caminaba de allá para acá intentando marcar el bendito número y no me resultaba... como muchas otras veces, recordé a mis amigas, #LasPerversas me podrían ayudar, les conté que pasaba, aún recuerdo ese mail de ellas: “marca tal cual como está escrito acá” ... marqué... Su voz y su risa eran las mismas que hace 14 años atrás.

Pasé a buscarlo, nos fuimos a almorzar, tratamos de resumir todo lo vivido durante estos años, en ese par de horas, nos mirábamos como aquella primera vez que nos vimos, los recuerdos se vinieron para ambos, reíamos, recodábamos y volvíamos a reír.

Él está casado hace 10 años, tiene 2 hijos y me contó que es feliz y el sólo escuchar eso, me hizo feliz a mí. Al día siguiente tenía una presentación importante, su español no se ejercitaba desde que se fue de Chile y me pidió que le revisara si se entendía, nos fuimos a su hotel y revisamos todo lo que iba a presentar, es un hombre brillante, inteligente como pocos he conocido y estaba todo perfecto.

De pronto me abrazó, no pudimos contenernos y nos besamos, en ese mismo instante, sentí todo el deseo guardado por años, era increíble lo que ese hombre me podía provocar pese al tiempo transcurrido, tan sólo un beso bastó para que sintiera como me iba humedeciendo... Me miró fijamente y me dijo:

.- ¿Cómo habría sido todo si me hubiera quedado en Chile o tú te hubieras ido a mi país?, siempre me lo pregunto.-
.- No lo sé, yo siempre me pregunto si lo que vivimos, habrá sido tan importante para ti como lo es para mí.-
.- Fue importante, muy importante y fue maravilloso.-
Comenzamos a besarnos, me subí sobre él y la pasión lejos de disminuir con los años, aumentó. Sabía como tocar mis pechos, como rozar con sus labios mis orejas. Sentía su pene inmenso y duro por debajo de su pantalón.
Besaba mi cuello, chupaba mis pezones y yo sentía que sólo eso bastaba para llevarme al cielo. Comencé a moverme en círculos sobre él, mis pechos quedaron perfectos en su boca, yo sentía que en cualquier momento, ese sólo roce con su delicioso e inmenso pene y aún sin sacarnos la ropa, me haría tener un orgasmo increíble... Pero me detuve de golpe, yo conocía a ese hombre y era necesaria mi pregunta:
.- ¿Haz estado con alguna mujer que no sea tu esposa, desde que te casaste?.-
.- Me conoces bien, muy bien... No, no he estado con ninguna otra, por eso tenía miedo de verte, sabía que contigo se me haría difícil, no quiero engañar, no quiero traicionar, pero me cuesta mucho no querer estar contigo.-
En ese momento creo que volví a sentir un poco del amor que le tuve 14 años atrás, nunca me equivoqué cuando lo elegí...
- ¿Sabes? todos los recuerdos que tenemos el uno del otro, son buenos, no quiero que cuando llegues a tu casa, los recuerdos que tengas sobre mí, sean de culpa. Me encantaría estar contigo, eres capaz de provocarme un orgasmo sin siquiera penetrarme, pero por esta vez, dejaremos a la perversa a un lado, por esta vez traeremos a esa niña que te regaló su virginidad y seguiremos felices, sabiendo que en 2 extremos del mundo habemos 2 personas recordándonos siempre, sólo con felicidad...
Nos quedamos abrazados... al irme me dio un beso muy dulce, me miró con esos azules y profundos ojos suyos y me dijo
“nos vemos en cualquier otro momento de nuestras vidas”

#LasPerversas

sábado, 28 de abril de 2012

Como arena en la playa




Como arena en la playa
El agua bamboleando sobre la húmeda arena. El jadeo de esa ola espumosa mientras se retira de la piel de la Tierra. Los residuos salados en la orilla arenosa cubierta de algas despeinadas. Mar violentamente tomando el sexo de la arena. La playa es aliciente a mi sexo.

“¡Vamos a la playa!” gritaron al unísono mis amigas una tarde dominical donde la modorra nos estaba consumiendo el cuerpo. No me podía negar, el calor de la tarde, el aburrimiento acostumbrado del domingo, me hacía desear con ansias la húmeda arena entre mis pies y el viento salino en mi cabello. De camino compramos cervezas, muchas cervezas. Seríamos sólo nosotras, cuatro amigas con calor y ganas de tomar cervezas .

El lugar lo conozco bien, desde la infancia en los viajes de vacaciones con mis padres, hasta mis escapadas para respirar de la ciudad. No sé los nombres de los vecinos, pero los conozco a todos, uno en particular me llama la atención desde hace mucho tiempo.

No sé su nombre, pero me sé de memoria como cae su largo cabello ondulado en su ancha espalda. Me he memorizado por años el color de su piel, marrón con destellos de dorado. Me ha sonreído y saludado de hola todos las veces que nos hemos encontrado a través de los años, mas nunca hemos conversado.

Esa tarde, mientras nosotras nos deleitábamos con cervezas heladas, ostras y la vista increíble que nos proporcionaba el balcón del mar, el negro, así lo llamo en mis fantasías de mar, llegaba de haber sacado mariscos varios. Lo vimos atar su pequeño bote al muelle y entre risas y muchos salud les conté a mis amigas que fantaseaba con el negro siempre que iba a la playa.

Cuando pasó por el balcón, nos sonrió y gritó hola, como siempre. Esta vez mis amigas sabiendo de mis fantasías y un tanto más alcoholizadas que yo, lo llamaron a que llegara al balcón, cambiaríamos cervezas heladas por algunos de sus mariscos recién sacados. Su carcajada me hizo temblar de deseo. Accedió pero pidió que esperáramos mientras se duchaba. En ese rato, el plan de las amigas:  lo sentamos a tu lado, le tiramos indirectas, le coqueteas, inventamos excusas y nos vamos para que te quedes sola con él.

Regresó el negro cargando el tesoro del mar que había sacado, limones, salsa picante y más cervezas. Presto se sentó a mi lado sin que el plan se tuviera que poner en efecto. Me saludó y me llamó por mi nombre, me sorprendió que lo supiera pues yo no sabía el del. Abría los mariscos y nosotras abríamos más cervezas.

El negro aún sentado a mi lado me tomó la mano y la aprisionó entre su muslo y su propia mano. Lo miré y su sonrisa no era la misma, estaba llena de lujuria y de la candencia del mar. Me gustó que me mirara así, le respondí la sonrisa y moví mis dedos aprisionados acariciando su muslo.

Sin aviso alguno se sentó frente a mí y comenzó a besarme las piernas bajando hasta los dedos de mis pies. No le importaba que mis amigas estuvieran allí mirándonos, ahora un tanto sorprendidas de las acciones del negro. Deslizaba sus manos por mis piernas llegando al interior de mis muslos, seguidas por sus labios y lengua. No me daba vergüenza que mis amigas estuvieran ahí mirando lo que pasaba, en realidad le añadía más morbo a la escena ya cargada de morbosidad. No duró mucho el tiempo de exhibirnos, las amigas entendieron que lo que había comenzado tan caliente no podía sino tener un final aún más candente y se fueron.

Realmente no nos dimos cuenta cuando se fueron, él se deleitaba tocando mis piernas llenándolas de besos y de saliva yo me me concentraba en disfrutar las caricias de quién había sido mi fantasía de playa por tantos años.

De un empujón movió la silla donde estaba yo sentada, hasta dentro de la cabaña. Se arrodilló frente a mí me abrió las piernas, me quitó los calzones, acercó su cara a mi entrepierna y suavemente con la punta de su lengua tocó mi clítoris. Me achiqué y mis hombros tiritaron ante la sensación eléctrica que sentí a la unión de su lengua con mi clítoris. Sus dedos separaban los labios dejando al descubierto el hinchado y arrebolado clítoris. Lo escuché gemir como cuando se desea un plato de comida deliciosa. Y así mismo se lo comió. Metió todo el clítoris en su boca y mientras succionaba lo apretaba con su lengua. Sus dedos separaban los labios acariciándolos de arriba a abajo. Cambiaba su cara de posición sin abandonar la succión del clítoris que ya me daba señales de un orgasmo. Puedo imaginar que en su lengua podía sentir como latía mi clítoris y adivinó que estaba a punto de orgasmear porque metió en mi vagina dos de sus largos dedos, presionando son suavidad el punto-g. El orgasmo fue instantáneo en ese momento, me enloquece estar a punto de tener un orgasmo clitorial y que me penetren de alguna forma segundos antes. Gemí, no grité, sentí como todos mis jugos vaginales me bajaban por el NIE hasta el ano, mojando a su vez la silla.

Se desnudó, y su pene era tal como el mito del pene de los hombres negros, largo, ancho y cabezón.  Se masturbaba dejando salir los primeros trazos de lubricación. Intenté tocarlo y me alejó la mano. “Mírame, y mastúrbate tú ahora, así de mojada como estás” El sonido de esa orden impúdica accionó las contracciones de mis paredes vaginales estimulándose solas. Mis dedos apenas podían tocar el clítoris después del primer orgasmo. Me acariciaba los labios, el NIE, el ano, me introducía mis dedos en la vagina, pero no me estaba masturbando para orgasmear, el clítoris estaba muy resentido para volver a latir como antes. El negro se reía, creo que se daba cuenta de lo que me pasaba. Se puso su condón, me levantó de la silla y me puso en cuatro en el catre que hace de cama en la cabaña. Sólo metió la cabeza y sus dedos buscaron la lubricación que aún goteaba de mi orgasmo anterior. Me embadurnaba el ano con la lubricación y poco a poco metía más de su pene en mi vagina. Mis espalda se arqueaba tratando de que su pene entrara más a mi vagina y que los movimientos de bombeo constante comenzaran. Metía los dedos en mi ano y un poco más de su pene en mi vagina, no se movía, sólo metía un pedazo más. Acomodó sus caderas y pensé que al fin lo metería completo, hizo totalmente lo opuesto, lo sacó todo de una y fuerte. Sonó como la salida abrupta de un corcho de la botella de champaña.

Me di por vencida y bajé mis brazos recostando mi torso en el catre pero dejando la cola bien parada, para que él viera como aún me lubricaba. Tomó mis caderas con ambas manos, y de una metió la inmensidad de su pene en mi vagina y bombeaba circulares movimientos que aminoraban el dolor inicial que sentí al tener su pene dentro. Me empujaba hasta chocar mi cabeza contra la pared. Mi vagina latía en un orgasmo constante, los fluídos mojaban ya mis muslos y salpicaban su pelvis. Dejó de moverse y metió todo su pene en mi vagina, sentía los huesos de su pelvis en mi nalgas, mis gemidos y gritos no pudieron acallar el grito del negro cuando tuvo su orgasmo. Dejé caer mi cola y el se movió al lado mío, me volvió a sonreír como todos los días antes de hablarnos. “Esto tenía que pasar” dijo. Sin aliento asentí con la cabeza y nos reímos a carcajadas. Nos dormimos abrazados y sexeamos varias veces más durante la noche.

En la mañana desperté y ya tenía desayuno costero en la mesa. No fui a trabajar, me quedé disfrutando de mi fantasía de la playa por un día más. Nos vemos en la misma playa todos los fines de semana, ya no somos dos extraños que deseaban la fantasía de playa, ahora somos exploradores de sensaciones en nuestros cuerpos descubriendo zonas, unas abandonadas y otras aún vírgenes. Mis amigas con cierta envidia fantaseosa en pos de broma, pasan por mi casa y siempre me gritan “¡Vamos a la playa!”





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