viernes, 26 de agosto de 2011

Del moreno a la melena de leona



Diana debe ser mi nombre. Sí, Diana como la mitológica cazadora, más no por el mito acerca de su virginidad eterna, sino por su severidad y gravedad a la hora de su caza.
El día perfecto para mi caza suele ser sábados en la noche, cuando mis presas favoritas pululan por los bares de moda de la ciudad. Son ellos a su vez cazadores y buscan indefensas palomitas que se rindan ante la misma muestra de su vigorosa flecha. Son mis favoritos, los difíciles de cazar, van a cazar y no ha ser cazados.
Un sábado, no específico, AQUEL SÁBADO, desperté con las ansias de cacería a flor de piel. Tocaba mi cuerpo y sentía en mi piel el poder de mis armas. Se me erizaba la piel, se me erectaban los pezones, el clítoris latía y mis jugos sexuales mojaban mi entrepierna.
El plan era simple: después de un buen baño, me vestiría con los jeans más ajustados que tuviera y que marcaran tanto el triángulo incitador al frente, como la redondez pronunciada de mi trasero. Obvio que mi mejor arma de cacería son mis grandes, redondas tetas y un escote pronunciado sería arma que no fallaría.
Entrando al bar, podía divisar varias víctimas para la noche. Un rubio alto, vestido de traje, otro rubio vestido deportivamente, un moreno que hablaba con una chica de melena aleonada. Había uno que otro que podía ser caza menor, pero me enfoqué en esos tres.
Me gusta el reto, lo fácil es aburrido, y tan desabridos como su piel, así de fácil hubiera sido la caza de los dos rubios. Los blanquillos cayeron en mis trampas muy temprano, y aunque imperaba una presa en mi cama, la cacería lenta y candenciosa le añade chispas a la muerte de la víctima en el catre amatorio.

El moreno, no me hizo caso, toda su atención la tuvo para con la chica de la melena aleonada. Me propuse distraerlo de ella y que su atención se posara en mí. Para suerte mía, me la encontré en el baño retocando su maquillaje y conversé con ella un poco. Fue fácil el relacionarme con ella y caminamos juntas hasta el área del bar. Nos sentamos frente a la otra con el moreno justo en el medio de las dos. El moreno, dejó de ser mi presa. Nunca había tenido una experiencia lésbica en mi repertorio sexual, no me atraen las mujeres, pero ella, la leona en ese momento cambió mi percepción de qué quería en mi cama esa noche.

Conversábamos, el moreno se dio cuenta que estaba de más y partió de la mesa dejándonos el último round pago. En serio, estábamos tan entretenidas que no nos dimos cuenta de cuándo se fue.

Mi excitación sexual sobrepasaba cualquier excitación que había tenido antes. La seguridad de mi heterosexualidad, pero el querer devorarme a esta mina estaba incitando todos mis sentidos. Tomamos un trago más y le comenté que había ido de cacería sexual esa noche al bar, pero que las presas que tenía en mira me habían salido muy fáciles. Se rió nerviosa, intuí que entendió que ella se había transformado en mi presa.
¿Nos vamos? Le dije sin temor alguno al no.
Asintió con la cabeza y me dijo:
                   “nunca he estado con una mujer sexualmente.”
Sonreí y le dije:
                   “Yo tampoco”

La tomé por su nuca y la besé “un piquito” no me atreví a más. Caminamos tomadas de la mano hasta el taxi. Decidimos ir a mi departamento, en el taxi nos besamos apasionadamente. Besar su boca se sintió raro al principio, estoy acostumbrada a besar esas caras toscas, que aún afeitadas te raspan con sus pelos.

Soy agresiva en el sexo, siempre lo he sido, y no porque ella fuera mi primera experiencia lesbiana tenía que cambiar. En el taxi y en camino a mi departamento la masturbé por encima de sus jeans con mis dedos. Sus ojos me miraban casi sin pestañear, gemía casi en secreto, yo sólo la masturbaba y miraba su reacciones.

Llegamos al departamento, no puedo negar que me moría de nervios, nunca había estado con una mujer sexualmente. Ella entró al baño, estaba tan o más nerviosa que yo. Cuando salió yo había servido unas copas de vino. Nos sentamos, tomando sin hablar, sólo nos miramos. Me levanté y me senté al lado de ella. Tomó mi cara me besó. Su boca se abrió y su lengua entre abrió la mía y buscó mi lengua. Me dio tanta risa porque parecía la escena cursi de una película porno.

La tomé de la mano y la desnudé en mi pieza. Su cuerpo, no me causó calentura, era hermosa, no más que yo. Me calentaba la situación. Me calentaba el morbo asqueroso que me daba tener una mujer en mi cama con la que tendría sexo.

Nos besamos agresivamente. Me jalaba el cabello, me mordía los labios y la lengua y yo le respondía de la misma manera pues eran sugerencias mudas que me daba de qué quería que le hiciera. Sus labios en mis pezones comenzaron suavemente, entre succiones y lamidos supo exactamente llegar a la presión que necesito en ellos para hacerme orgasmear. Grité, sí, como grito cuando mi macho penetra y me hace acabar con su primer movimiento.
Me besaba el cuello, el área que separa mis tetas, mi barriga. Yo sentía como mi entrepierna se mojaba y mi clítoris latía, quería sentir su lengua succionándolo de la misma manera que lo hizo en mis pezones. Redondeó mi entrepierna, le agarré la cabeza y la moví sobre mi pelvis y le ordené: “Cómete mi clítoris, estoy por reventar y quiero sentir cómo te lo comes”.
Aceptó, me lamió desde el culo hasta el clítoris, apretaba su lengua en mi clítoris. “Chúpalo”, le ordené. Lo tomó entre sus labios, y mientras me metía los dedos en mi vagina, succionaba mi clítoris. Era imposible no tener otro orgasmo, sentí como mis paredes vaginales se contorsionaban y la hinchazón de mi clítoris era casi dolorosa. Se alejó, nos besamos saboreando ambas mis sabores.
La removí de encima, sin dejar de besarla y acariciarla. La recosté en mi cama sobre mi almohada y busqué uno de mis juguetes. Lo limpié y antes de ponerle lubricación ella me tomó la mano y la puso sobre su entrepierna que borboteaba con sus líquidos. “No creo que necesites eso” me dijo gimiendo y pidiendo que la penetrara con mi juguete. Así lo hice, como lo hago cuando estoy yo jugando a la sola. Le abrí los labios de su jugosa zorra, y puse el vibrador en el movimiento más rápido sobre su clítoris, mientras los movía suavemente hacia arriba y abajo. Ella gritaba “Mételo, mételo de una” y me hacía recordar cómo yo le pido a mis machos la misma cosa cuando estoy lista para la penetración.
La noche de cacería había sido muy fructífera: la conversación entretenidísima, el cortejeo ufff me mojaba los calzones de lo intenso que fue, y fue muy satisfactorio sexualmente. Ella, la chica de la melena aleonada se fue, no durmió en mi casa, ninguna de mis presas lo hacen y ella era una presa más. Nos despedimos con un piquito y la caminé hasta mi puerta.
Nunca más nos vimos , una vez volví al bar donde la había conocido, quizás para saber si era capaz de tener otra noche sexual con ella. Nunca la encontré. Y ahora ya ni recuerdo su cara. El momento fue sólo ese, mi obsesión de AQUEL SÁBADO y no perder al moreno frente a la chica del cabello aleonado que me hacía competencia, hizo que la viera a ella apetitosa, lista para el caldero de sexo que es mi cama. Se convirtió de mi competencia a mi víctima, y final de cuentas creo que fue mejor presa que el moreno, que salió corriendo tan pronto se sintió menospreciado.
Nunca otra mujer me ha llamado la atención así. Creo que ese fue mi debut y despedida. Me gustan demasiado los machos, y a pesar de que los orgasmos lesbianos fueron geniales, aún prefiero el orgasmo que me da el pene erecto del lover dentro de mí.

#LasPerversas

viernes, 19 de agosto de 2011

Mi juguete... mi placer sin amor.

Mi juguete... mi placer sin amor.



Cuando tenía 19 años salía con un tipo un poco mayor, un par de años, nada terrible ni llamativo. El joven tenía ciertas particularidades en la cama, no era malo, pero... no sé... raro...

Era de esos tipos que aún no te daban el beso y te agarraban una pechuga... pero no cualquier agarradita... juro que un par de veces le dije: “las weás están pegadas weón!!! y duelen!!!!” ¡Uf! cada vez que me hacía eso me daban una ganas de agarrarle un coco para que viera lo que se sentía.

La cosa es que una vez, entre trago y trago y al calor de la sinceridad, le confidencié que no me sentía muy... satisfecha... con el tema seZZual. Me abrió unos ojos que casi me morí “trágame tierra, cagué con los polvos” era todo lo que pensaba en ese momento. Incómodo se paró, me mira y me dice... no te preocupes, hagamos algo para mejorar esto.

- MIJITO RICO!!!

¿Cuántos hombres están dispuestos a innovar para que la mina sea feliz? él... ¡¡¡riiiico!!!

Estamos hablando de hace muchos años, así es que la oferta no era como ahora, donde ¡¡¡¿quién no ha ido a un sex shop?!!!! Así es que llega con un aerosol que se supone mantenía la erección por más rato. Perdón...me acuerdo y me da una risa!... voy a hacerle sexo oral y se me durmió la boca jajaja era como si hubiera salido del dentista! no podía hacer nada... estaba mal... jajajaja... jajaja... no, no fue por el asunto cama (solamente) que terminamos, pero hasta allí quedó la experimentación. Lo único que me generó fue trauma para seguir experimentando.

Eso hasta el año pasado, donde comencé a encamarme con un tipo que en serio no tenía prejuicios para jugar. Hay que ser muy re seguro para que no te sientas amenazado por nada... eso me encantaba de él... lo lúdico que era cada encuentro.

Bueno! la cosa es que ahí me lancé al mundo de los sex shop, vitrineo, miro, busco, voy probando. Porque, ojo!!! no es cosa de llegar y comprar. Una tiene que saber si te gusta un ¿consolador o un vibrador? no es lo mismo, el vibrador es mucho más práctico porque no llego fácilmente al orgasmo sólo con la estocada. ¿De cuántos centímetros? porque la verdad es que muy grande me cuesta introducírmelo, la cuestión es sola sin la presión y el martilleo de un cuerpo masculino bajo, encima o al lado y una se incomoda más sola. ¿De qué material? ... cresta! no se pueden imaginar lo difícil que es decidir. Si ¿es con forma o más bien liso como un plátano? a mi me gusta más semejante a un pene pues tiene que ver con el roce.

Ahora, eso es sólo para un consolador o vibrador... hay tantas cosas entretenidas. Tengo una bonita colección de esposas de peluche (regaladas), plumas, anillos vibradores (hablo en plural porque tengo más de uno) y un gel intensificador para la mujer que se pone en los labios vaginales y los alegra (#LasPerversas estamos en contra de la depresión de labios vaginales o DLV).

El problema es que si una saca el juguete se transforma en una puta en la cama y no en el sentido que les gusta a los hombres. Supongo que se preguntan con cuántos te has acostado para descubrir la maravilla del juguete bien usado (sola o de a dos). Supongo que les baja la inseguridad: si has tenido varios amantes, ¿soy el mejor? Supongo que no saben compartir el placer de la mujer con otro (hombre o cosa).

Lo que sí no he hecho es estar con mi juguete (tiene nombre pero no les contaré cuál) y un hombre en la cama. No lo quiero compartir... no estoy hablando del hombre, sino de mi vibrador... al tipo lo puedo compartir... pero no en la misma cama en un trío... por ahora. Es mio, de nadie más, me sacia en mis momentos de soledad, en mi calentura de un relato, en la fogosidad de una escena de sexo, cuando mis dedos se vuelven un poco locos y comienzan a jugar sin que yo se los ordene.

Es mio, sólo mio... pero es porque me sirve, me consuela, me hurguetea... no me siento tan sola, puedo jugar más entre la penetración y el movimiento acompasado masajeando mi clítoris. Me uso, me busco, me encuentro... me conozco. Sé que si no es con clítoris no puedo orgasmear. Sé que necesito de determinados movimientos y por ello para terminar me encaramo en el pobre macho que quiera estar en mi cama.

Para pedir en la cama tengo que saber qué pedir, no sólo decir no me gusta... no entiendo a las mujeres que no se tocan, que no se exploran en busca de los lugares y movimientos que mejor te hagan llegar al tan esperado y exquisito orgasmo. No hablo de masturbarse para orgasmear, hablo de conocerse en la intimidad y los juguetes AYUDAN.

Me gustan porque incrementan mis sensaciones, puedo sentir el fuego, el hielo, la vibración en mi. Me gustan porque para calentarme más puedo parar el juguete y no así un hombre (anda a decirle que se espere un par de minutos porque quieres oír y sentir tu cuerpo caliente un momento). Me gustan porque... porque yo los manejo a mi antojo.

Pero no se confundan, no cambio un roce, un quejido, un soplo en la oreja, un mordisco, un nalgazo, una lengua, un diente, un dedo, el calor de la piel, el jaloneo del pelo, una uña en la espalda... no cambio nada por todo ello, porque sentir a otro cuerpo con el tuyo, apretándote, sintiéndote, acompasándote en tus movimientos y en tu necesidad, no tiene parangón posible... y un buen miembro erecto que acompañe todo eso es un placer y manjar de dioses.



#LasPerversas

viernes, 12 de agosto de 2011

Orgasmos en mi Bañera



Orgasmos en mi Bañera

La desnudez de mi piel sumergida en la tibieza de un baño de tina... se estremece…
Ceremoniosamente, mis pies intentan ocultar mis carnes obedeciendo mis pretensiones “bien comportadas” y evitar entregarme a los placeres mundanos del hurgar de mi dedos, que me esperan “acechantes” jabonando mis muslos.


Empero sutiles sensaciones se adosan en mis brazos, mi vientre, mi espalda, mis senos… mis pezones, que comienzan a erguirse al caer el agua como si fueran millones de minúsculas lenguas que los lamen, si acaso pudiere evitar el tormento de contener el dilatar de las carnosidades que esconden mi botón de placer… quizás en un acto culposo o quizás sólo el desespero me obliga a subir la temperatura de las aguas que arrancan de la llave…quizás porque es mi máxime erotizante estímulo el ardor de quien me coje…así…mi boca se entreabre lenta y succiono mis dedos como lamiendo la estocada erguida de un macho… salibosas las bajo arrastrándome los labios, contorneando mi cuello.. zigzagueando mi clavícula hasta llegar a mis “aureolas” carnosas.

Gimo, me retuerzo, busco, cierro los ojos, siento, me estremezco… sí… soy hembra que sabe disfrutar del roce hasta orgasmear. Placer que me ha saciado cuando no hay verga erguida que fenezca en un coito.


Reconozco que cada letra que pulso para dejar grafía del placer de explorarme hasta gemir aguada en mis juegos, me amenaza con dejar este texto a medio escribir… acaso, hubiera forma, daría pausa a este escrito y me zambulliría en mis pécoros baños de tina.


Mi egoísta juego… pretencioso quiere ser único lucero de noche tibia… hace algunos muy cercanos amaneceres, me sorprendí pensándole… mis juegos arrancaron su nombre de mi boca, el contoneo de mis caderas buscando el roce de mi clítoris en la yema húmeda de mis dedos incitó a mi boca, mis ojos, mi pelo… y fue deliciosa danza de hembra indemnizándose de su negación.


Sí… le hice de mi.

¡No! no imaginé que entraba en mi tina. Soy egoísta. Mis juegos y mis placeres son propios. Le invoqué y le dejé erguido tras la cortina… imaginando adivinaba mis ondulaciones interpretando cada intensidad variante de mis quejidos…tocándose virilmente mientras me aguzaba su visión, su oído.

Le castigué confinándolo a observarme,  le declaré culpable de atreverse a tomarme tras la espalda y respirar tras mi oído... le di cruel placer de observarme gimiendo para él, sin permiso de tocar siquiera las gotas de agua que hacían de su sabia.…Acaso… un crepúsculo cualquiera se desliza por mi cuadras, mis escaleras, mi puerta… acaso un día llega.


Mi egoísta y pretencioso juego quiere ser único lucero de noche tibia… placer observado de misterioso voyerista oculto entre los vapores de las aguas que escurren diluyéndose con los fluidos de mis espasmos, desechando las notas placenteras de mis orgasmos…  observando como emerjo entre las aguas en la desnudez de hembra.

#LasPerversas

viernes, 5 de agosto de 2011

Vamos de a poquito... que así es más rico



Vamos de a poquito... que así es más rico.




Todas sabemos que la mayoría de los hombres son calientes (ok, todos los hombres lo son, pero no quiero generalizar, ya que no falta el extremadamente sensible que se sentirá menoscabado con mis palabras) y que sus grandes objetivos en la vida se resumen en:

  • Tirar;
  • Ganar muchas lucas;
  • Tirar;
  • Hacer un trio y
  • Tirar...  

¿Pero qué es lo que los lleva a no cumplirlo?

Conocí a Arturo haciendo un curso de especialización, nos hicimos buenos amigos, de pronto demasiado buenos amigos, él era casado pero se estaba separando (no era la típica chiva del separado que necesita consuelo y nunca fue que se separaba, en este caso era verdad, su esposa era amiga de mi prima).

Nos llamábamos todo el día, nos contábamos nuestras cosas y en las noche de lunes a jueves nos veíamos en el curso. La química surgió rápido, en una salida en grupo nos coqueteamos toda la noche, me fue a dejar a mi casa y nos besamos, el fuego prendió inmediatamente, sus manos de pulpo me recorrieron entera y yo toda perversa y coqueta le dije “vamos de a poquito, que así es más rico”...

Comenzó nuestro juego casi como de niños, seguíamos llamándonos todo el día, todos los días, casi como pololos de 16 años, en las noches nos veíamos en el curso y disimulábamos nuestra complicidad. A la salida él se iba con sus amigos y yo con mis amigas, pero en cuanto nos subíamos a nuestros respectivos autos, nos llamábamos y nos acompañábamos al teléfono durante el camino a casa.

A esa altura, las llamadas más parecían de dos personas que tienen una relación de pareja, el cariño crecía, la compañía, la complicidad, comenzamos a juntarnos antes de clases y después de ellas. Al principio nos besábamos e íbamos “de a poquito”, hasta que la oscuridad de la noche, lo solitarias de las calles y lo cerrado de su auto comenzaron a jugar a nuestro favor, los besos eran muy apasionados, yo me desprendía de la parte de arriba de mi ropa, a él le encantaba jugar con mis pechos y mis pezones duros, yo me subía sobre él y me dejaba acariciar, besar y chupar sin importarme nada, después abría su pantalón y me deleitaba saborenado su pene, aprendiendo como tocarlo, descubriendo la forma en que mis dedos, mi lengua y mis pechos lograban excitarlo más. Luego, sus dedos firmes y delicados jugaban con mi entrepierna, hacían que me mojara como nunca antes lo había hecho, me calentaba escucharlo decir “me encanta sentir tu calor, estar dentro tuyo, mojarme de ti”.

Así pasamos varias noches, hasta que yo sentí que era el momento de darle rienda suelta a tanto calor acumulado y le dije que quería ir a un motel, que su pene me penetrara de una vez por todas y disfrutar juntos de tanto placer acumulado que teníamos... su respuesta???
.- No se si ir contigo a un motel, allá voy cuando quiero tirar por tirar, contigo es distinto... es tan frío ponerse de acuerdo pa’ ir a un motel. Yo quiero algo diferente.

Rápidamente le dije que nosotros le pondríamos calor, pero se molestó... me dijo que yo no entendía nada!!!, le ofrecí pasarlo a buscar una mañana y raptarlo, le ofrecí esperarlo a la salida de la oficina, sólo con lencería bonita, mucho encaje y cubierta únicamente con un abrigo, le ofrecí... que no le ofrecí!!!, de tanto insistirle y no comprender su necesidad de hacer de esto “algo especial”,  salió mi alma perversa y le dije:  

.-Si Walt Disney te cagó la cabeza, haciéndote creer que las princesas van a los castillos y las hermanastras a los moteles, yo como mucho podría pasarte a buscar en carroza, pero siempre iré vestida de hermanastra y es al motel donde te voy a  llevar.-


... Finalmente eso lo ofendió más.

Nunca tiramos y hasta el día de hoy tengo la duda de por qué un hombre renuncia a uno de los grandes objetivos que tiene en la vida, he preguntado a algunas amigas perversas y la respuesta siempre es la misma... Es eyaculador precoz o no se le para... será tan así?  SÍ, SEGURO QUE ES ASÍ!!!