viernes, 24 de mayo de 2013

ORGASMOS AMORTAJADOS



He gozado contemplando entre mis piernas, 
la nuca que mece lenguas maduras y lozanas y,
 a decir verdad, 
para eso de la maestría no hay edades. 


Pasé por él, una tarde más de otras que ya habían pasado y otras que vendrían, no habíamos acordado nada más, que pasar por su trabajo para dar una vuelta al cine, o al parque? No lo sé… lo que después resultó ser un detalle, ya no lo recuerdo. El calor infernal de febrero, nos incitó… a un helado.


Finalizada la jornada de trabajo, fuimos al boliche de la esquina y acordamos que antes de encender el propulsor a chorro en la planta de los zapatos, pasaríamos por la sala de fotografía, debía cerrar unos archivos en el computador y dejar todo ordenado dentro del laboratorio.

Cuando entramos, dejó la puerta entreabierta, encendió un ventilador, me acercó una silla, quedé sentada frente a él, él se apoyó en el mesón de trabajo. Me miraba silencioso, y debo insistir que el calor abrazante en una tarde de verano en "el cuarto oscuro" de revelado, es francamente ¡insoportable!, a tal punto que mis piernas comenzaron a separarse mientras el sudor humedecía mis muslos, mis pantorrillas se frotaban, mis rodillas se enemistaban alejándose la una de la otra, dejando así mis piernas demasiado abiertas. 

El esfuerzo provocaba que mi boca se entreabriera, que la punta de mi lengua se deslizara sobre la crema de mi helado, circundando la cuchara, lado a lado, arriba más abajo. Sus ojos brillaban, su respiración comenzó a agitarse, me subí la falda dejando al descubierto mis piernas a lo que dan en su largo, incliné mi torso hacia él, dejando que mi escote ofreciera la sinuosidad entre mis pechos … pasé mi mano por el desfiladero de su cierre, se inclinó y mordió mi boca. En sólo tres zancadas, puso llave al cuarto, me tomó firme de la cintura y me sentó en el mesón y un gemido premonitorio de los que ahogaría, escapó de mi boca sellada para no ser descubiertos. 


Separó mis piernas, mi falda quedó a la altura de mi ombligo, me miraba enardecido cuando comenzó el juego...agarró su vaso de helado y comenzó a embetunar mi vagina, mi clítoris mi entrepierna, mi boca... sonreía traviesa mientras sentía sus dedos escurriendo helado sobre mi vulva… pasaba sus dedos por el contorno de mi clítoris, introducía uno o dos dedos, volvía a introducir su lengua mientras me miraba, sentía como se endurecían mis pezones, comencé a acariciar mis senos para extender la corriente de excitación que provocaba en mi vulva. 

Me mordía la lengua entre la desesperación de la boca seca, humedecí mis dedos y acompañé los de él escarbando en la entrada a mi canal de placer. Con la yema de mis dedos remojados con helado y fluidos, comencé a acariciar mis pezones, tiritando, gimiendo, apretando mi muslos en sus mejillas, que no escapara!! lo quería ahí!! que continuara lamiendo el helado que esparcía una y otra vez en mi vagina henchida.

El hielo provocaba una contracción involuntaria que apaciguaba con su lengua lamiendo mi clítoris aún ardiendo… mis fluidos se mezclaban con la vainilla crema devorada por su ávida lengua. Mis dedos se enredaban en su cabello frondoso y enmarañado, mientras no cesaba de mirar sus movimientos. Me excitaba aun más en cada succión de mi clítoris, el contraste del frío-ardor embravecía más y más mi entrepierna. 

Seguía ejerciendo presión en su cabeza, le jalé un poco el cabello y ya la desesperación de sentirlo clavándome furiosamente me hizo dar un salto y sin devolver la ofrenda lingual, abrí el cierre que me separaba del bulto punzante y ensanchado, bajé rápidamente su pantalón, agarre su miembro ardiendo y lo encajé en mi dilatada vagina. 

Sentía los choques incesantes de sus testículos en el borde anal y me estimulaba aun más, su miembro grueso abriendo mis carnes para llegar al fondo, tan al fondo como exigía sobre su oído -Tómame fuerte! hazlo violentamente!! y el ritmo impetuoso de su verga incrustándose complacía mi imperioso deseo. 

Otra vez me tomo de la cintura me bajó del mesón me puso frente a él y sin apartar la mirada de mis ojos  se sentó en la silla que antes me había recibido a mi, abrí las piernas y me monté sobre él...sudando...brincando, llevando el ritmo a mis culminaciones Volví a jalar su cabello con fuerza mientras le lamía el lóbulo de la oreja, sentía un mar ardiendo que se venia desde mi a ahogar su pene impetuoso penetrándome. Un espasmo enérgico, arrebatador, glorioso vino a sumarse a los que recibió antes sobre su lengua...mordí su mentón con desesperación - Vente, vente que te recibo 

Crucé las piernas tras su espalda, me puse de pie, voltee y ofrecí mi espalda a su lengua, me penetró aprisionando mis senos en sus manos, tomó mi cabello con ímpetu mientras volteaba mi cara buscando mi boca, su lengua entró arrinconando a la mía, siguiendo su ritmo presuroso. 

Es bien difícil contener el grito placentero, sobre todo cuando los orgasmos te recorren serpenteado el cuerpo completo, casi tortuoso, placenteramente tortuoso. Gemía como mujer sin palabras, gemía como mujer “amordazada”, gemía sobre su oído, aprisionando con los músculos de la entrada de mi vagina, su verga latiendo, mientras destilaba su tibio semen dentro de mí.

viernes, 17 de mayo de 2013

Culiar con más que el pene...

La pregunta que todos los hombres se hacen (y nos hacen) es cuál es el tamaño ideal del pene... grande? chico? mediano? normal? qué es normal? He culiado con hombres ENORMES y he terminado adolorida y algo frustrada, por qué? porque son FLOOJOS! creen que es cumbia que una se suba y empieza fantasilandia. Fomes los hueones.

Ahora bien, confesemos!! el pene chico no sólo es un flagelo, sino que es lo que le deseas a tu peor enemiga. Es frustrante! sobra boca y lengua mientras haces sexo oral y no sabes si ya está dentro cuando te penetra... estoy hablando de micropenes... y sí! también me han tocado. Entre el chico y el grande, prefiero el grande.

La primera vez que me tocó un minipene fue hace aaaaaaaaaaños, venía saliendo de la universidad y me pillé con un ex compañero. La tensión sexual no se hizo esperar y terminamos poniéndonos de acuerdo para juntarnos en su departamento. Besos ricos, agarrones ricos, me tiró encima de la cama, me besó de pies a cabeza, me hizo sexo oral (no era muy bueno en eso) y le saqué los pantalones. Para mi sorpresa su pene erecto era muy pequeño, pero dije: ya estamos acá. Ahora, una cosa es que fuera chico y otra que además no se parara bien. Me costó demasiado tratar de erguir un dedito que inmediatamente se ponía fláccido. Lo “más peor”, fue que el caballero en cuestión no se dio por aludido y no hizo nada por compensar mi pérdida de tiempo. A las cuatro de la mañana me vestí y me tomé un taxi.

El tipo jamás se dio por aludido e insistió que saliéramos nuevamente. No se si fue optimismo exacerbado pero acepté, casi creyendo que en dos semanas le había crecido un par de centímetros o que, en el mejor de los casos hubiera tomado viagra para que eso se mantuviera erecto. O sea, una cosa es que sea chico y otra que pareciera un cabello de ángel cocido. La pasión me volvió: conversación entretenida, besos ricos, manoseos calientes, sus manos se perdían por entre mis piernas en el restaurante mientras bebíamos vino. Sus dedos acariciaban mi vulva sin miramientos... llegamos al departamento... me saqué la cresta en un movimiento mal hecho y casi me quebré el dedo chico del pie. Antes de caer, alcancé a manosear donde esperaba estuviera un miembro erecto y exquisito y sentí una masa sin forma. No se si de arriba o abajo me quieren, pero alguien evitó uno de los polvos más frustrantes que hubiera intentado tener.


El segundo caso fue un tipo que conocí en un carrete. Hablamos, nos besamos, yo estaba algo ebria, nos fuimos a su departamento. Me advirtió! y yo dije: bah! no creo que sea para tanto. Bueno, lo era. Era bien chiquito, pero me aseguró que compensaba en manos y lengua. Estaba ebria, nos besamos, con pasión. Había algo en sus besos que me encantaba. Le bajé los pantalones, la polera... lo dejé en boxer. Le bajé los calzoncillos y me encontré de cara frente a su miembro. Sí, no me mintió, era bastante pequeño. Lo chupé como se chupa cualquier pene, era chico! sobraba boca... sobraba lengua... lo notó, me llevó a la cama, me besó las pechugas, poniéndo énfasis en los pezones. Me bajó los pantalones y comenzó a besarme. Para hacerle sexo oral a una mujer es necesaria intuición más que técnica, aprender a conocer las pequeñas señales. Con su lengua hacía pequeños círculos lentos y a momentos aceleraba el ritmo. Con una mano tocaba y apretaba mis pezones. Soltaba mi teta y volvía a la carga en mi vagina. Separaba bien mis piernas. Separaba los labios. Introducía su lengua bien profundo. Sacaba su lengua e introducía un dedo, dos dedos, con las yemas hacia arriba, buscando la otra parte de mi clítoris, como diciendo “ven”. Con sus dedos haciendo círculos en el interior de mi vagina, su lengua jugaba con mi clítoris, en círculos, despacio. Luego se hacía rápido.Acabé violentamente, deliciosamente. No gritoneado, sino con un espasmo de cuerpo entero. Me quedé con él, varias veces. No me mintió, compensaba y era muy bueno en el sexo oral.

Mi tema con el pene chico es que como experiencia puede no ser satisfactoria (más bien frustrante) pero no sólo en que no lo sientas cuando te penetra, sino que muchas veces una termina siendo la terapeuta sexual del macho en cuestión. Ojo! el pico chico no los hace menos deseables, la weá que achica el clítoris es que sean traumados. Si usted tiene el pene chico, no se traumé!!! puede ser un maestro con los dedos, un master con la lengua y moverse de tal forma que estimule las paredes vaginales. Hay tantas formas de lograr que una mujer se estimule... lea, vea porno, converse... un pene chico no es sinónimo de no culiar, sino de usar más que el pene para hacerlo.

#LasPerversas
@ele_enletras @sita_marilyn @maladeadentro

viernes, 26 de abril de 2013

No todo lo que brilla es oro, ni todo lo que suena cascabel...


La primera vez que lo vi, fue en una hoja de esos periódicos de circulación nacional. Aparecía de cuando en vez en la televisión abierta, exageraría mis pretensiones si dijera que era el muso inspirador de mis juegos de entrepierna, pero más de alguna vez imaginé que lo arrancaba de la pantalla y me montaba sobre él sin mediar palabras. La disimilitud de espacios que circundábamos, hacía impensable concretar mi fantasía sexual con “El Periodista”. 

 Twitter, bendita red! en segunda vuelta, volví para quedarme, para esos días, apenas novata comencé a seguirlo, pasaban sus tuits por mis ojos, más temprano que tarde, lo pillé de madrugada, entablamos un escuálido flirteo y comenzó a ser uno de mis seguidores. Trabajé minuciosamente su entusiasmo, casi imperceptible pero presente, por ahí me enteré éramos vecinos de barrio, una noche sin darle más rodeos acordamos juntarnos en 15 minutos en su departamento. 

 El acuerdo era sin ropa interior y sin palabras, antes de partir, me di una ducha rápida, me lamí los dedos y delinee los contornos de mi vulva, uno a uno fui introduciendo los dedos de mi mano, me friccionaba sobre ellos conteniendo el deseo de explotar, dulce deleite el agónico orgasmo atrapado…mientras me propiciaba solitaria el preámbulo, más me calentaba el impaciente llamado del hombre de copula pasajera; 

 -Ya saliste? –Dónde vienes? –Pero estás en camino? –Bajo a buscarte? 

 Me subí al taxi y le señalé las coordenadas al conductor, mientras me observaba receloso por el retrovisor, quizás olía a mujer ganosa, no lo se. Pregunté al conserje por él, inmediatamente lo vi avanzando hacia mi, era la primera vez que estábamos frente a frente, cruzamos tres o cuatro palabras poco interesantes, cuando sólo se busca apaciguar el deseo de la carne, no creo sea necesaria tanta parafernalia que más que adorno, pasa a entorpecer la culminación del merecido premio al esfuerzo. 

 En el ascensor, mientras intercambiamos una que otra mirada, sonreímos, sentía entre mis piernas los fluidos escapando de mi vulva hinchándose, palpitando, demasiado descubierta, salando con esa humedad ardiente mis muslos, deslicé mis dedos sobre mi ingle, restregué una pierna sobre la otra, me mordí la lengua para atajar los quejidos, deseaba en ese mismo momento que su verga erguida me habitara con fuerza, que su lengua jugosa lamiera mis pezones, que introdujera su lengua en mi boca amenazando con privarme de respiración, que eyaculara furioso sobre mi vientre…pero nada…llegamos a su piso entre las mismas una que otra mirada secuaz. 

Entramos en su departamento, apenas hubo tiempo de observar, tomó mi mano y me condujo a su cama, nos besamos furiosamente, inmediatamente me subí sobre él buscando los orgasmos que había contenido a propósito, me movía furiosamente montada sobre él, busque mi ritmo, sentía su pene durísimo dentro mío, el gemía me acariciaba los senos, me mordía los pezones, me atrapaba las caderas con sus manos gruesas, apresurado eyaculó, y para mi desencanto no llegué ni al primer orgasmo, nos besamos, quede tendida sobre la cama, bueno, pensé, es sólo el comienzo, ahora me desquito, para mi sorpresa, se levantó al baño y mientras llegaba al otro extremo de la habitación me pregunta; 

- Te voy a dejar? 
- Cómo? Me estás diciendo que esto es todo? 

Me respondió que ese había sido el juego acordado, que en un par de horas su pareja terminaba su turno de noche y llegaría al departamento. No abrí la boca, me vestí lentamente, no había ni un sólo miserable orgasmo que me salvara la noche, me dijo -te dejaré en el taxi, seguí silenciosa, no medié palabra alguna. Me miraba y a mi desaprobación respondía con una mirada lánguida, 

-Pero si fue lo que acordamos, sexo sin rodeos 
-Lo que acordamos fue sexo sin rodeos para placer de los dos, no una muñeca inflable 

 En un acto de “altruismo” estiró su mano y me ofreció un billete para pagar el vehículo; 

-Guárdalo, si te cobrara por el servicio te saldría harto más caro. 

Cuando paró el taxi, escupí al suelo, lo miré con desaprobación, y me despedí 

-No calientas a nadie

A medida que lo seguía leyendo en twitter, mi enojo se fue esfumando, aún esa madrugada le reproché contrariada; si me calentaba, pero como deseo clandestino, quizás idealizado...después de todo, quien la manda a una conferir vestiduras de toro al buey?. Nos hemos vuelto a encontrar; él o yo, una que otra vez implícitamente hemos apelado a una suerte de “lealtad de conciencia” y “compromiso de causa”, he de reconocer que se ha portado a la altura. 

Las pocas veces que he revelado la aventura y su nombre; voy cerrando la confesión con un “Según mi experiencia, como periodista siempre intentando “surfear” en el ojo del huracán lo hace mejor que como macho de noche casual”...pero al final entre la vulva media seca o media húmeda, voy por la segunda, rescato la cuenta alegre; me metí en su cama, me cumplí el deseo y a rey montado calzones puestos. 

Libro perverso, como ya es sabido, 
tiene de los coitos buenos, de los malos 
y de los incontables (por ahora).

viernes, 19 de abril de 2013

Adictiva amistad



La cosa de la química es extraña. Puede darse la primera vez que te ves con un hombre o puede darse en cualquier momento. No hay reglas. No hay luces. Sólo lo sientes… en tus pezones, en tu entrepierna, en tus mejillas, en tus manos. Sientes cómo se mojan tus calzones, como tus tetas amenazan con escaparse de tus sostenes…


Nos conocíamos hace tiempo, más jamás habíamos conectado. De un día para otro comenzamos a hablar y mucho y descubrimos que teníamos muchas cosas en común. Nuestras conversaciones cambiaban de objeto desde política a pelambres en general y a sexo: cómo te gusta? Haces tal cosa? Me encanta que me hagan esto… la imaginación corría a mil y nos quedábamos hasta altas horas de la noche envueltos en una especie de libro, donde la descripción lo era todo.

Nos demoramos mucho, quizás demasiado. El tiempo siempre ha sido un problema. No es que estemos a destiempo, es que el juego es entretenido. Nos juntamos en un bar, tomamos una botella de vino, pedimos una tabla… conversamos, conversamos y nos reímos. Otra botella y ya sentía los efectos en mi entrepierna, quejumbrosa, mojada. El vino me calienta, me prende; tiene conexión directa con mi entrepierna y cuando lo bebo, siento cómo me mojo y me excito. Se cambió de lugar, se puso a mi lado, me tomó y me besó. Apasionadamente. Fuertemente… “vámonos a mi departamento”.

Tomamos un taxi, es pudoroso, pensé que me iba a tocar, agarrar, saborear, algo, mientras llegábamos. Nada. Entramos a su departamento y me puso en la muralla, de espaldas a él. Sentí su erección arrancando de su pantalón. Sus manos se alocaron y comenzó a tocarme, a conocerme, a medirme, a sentirme.

Nos lanzamos en su cama y nos desvestimos con prisa. El tiempo ya lo era todo y la desesperación se apoderaba de nuestras manos. Le saqué el pantalón a tirones y le agarré el pene con fuerza. Era de considerable tamaño (raramente jamás nos mandamos fotos, quizás por el pudor de ya conocernos, por lo que era “el momento de la verdad”), nada mal! Mi boca y mis manos hicieron su trabajo. Mi lengua escalaba su miembro cual Everest, sin perderse ningún lugar. Mis manos y mi lengua recorrieron desde los testículos al glande. Jadeaba. Veía su cara de placer. Tengo una fijación con ver la cara de mi amante cuando le hago sexo oral, es de las cosas que más me prenden y me calientan. Mientras el pene está en tu boca o tus manos, eres dueña del momento.

Escalé al macho cuál animal en celo. Llegué a su boca y metí mi lengua con desesperación. Quedé sobre él, a disposición para el primer embiste. Llevaba varios meses sin tirar, pero mi cuerpo se amoldó a la perfección. Se puso arriba, me tomaba las piernas para dar mayor profundidad. Estuvimos largo rato, él me embestía y me chupaba los pezones. Yo lo besaba, le mordía la oreja, le rasguñaba la espalda. Ponía una de mis piernas en su espalda por la cintura y la otra yo la bajaba en perfecto horizontal a mi cuerpo para que su pene entrara con mayor fricción en mi vagina. Se salía y me hacía sexo oral… su lengua… su lengua era maravillosa en mi clítoris. Me hacía llegar rápidamente al orgasmo y volvía a embestirme. Eyaculaba y quedaba encima de mí. Me gusta sentir el peso del macho que me acabo de tirar, me gusta sentirlo adentro por un rato luego que acaba.

Descansábamos y volvíamos a la carga. Me dio vuelta y de mi escuchó un “mételo dónde quieras”. Su erección se abrió camino en mi culo, mientras me levantaba un poco por las caderas. Una de mis manos fue a apoyarse en el respaldo de la cama y otra en mi clítoris. Fuerte, fuerte, lento, lento. Su ritmo nos hizo acabar con violencia mientras su cama golpeteaba contra la pared.

No me dejó, mi pobre clítoris no quería más guerra pero a él no me importó. Me dio vuelta nuevamente y me dejó acostada de espaldas en la cama, mirando hacia arriba. Se puso entre mis piernas y con un dedo comenzó a masturbarme mientras su lengua nuevamente se apoderaba de mi deseo. Dos dedos. Entraban y salían. Sin violencia. Sin prisa. Me hizo disfrutar. Un grito ahogado, que más se pareció a un quejido, se escapó de mi garganta. Estaba agotada. Él también.

No dormimos… quizás sí dormitamos… no lo sé… perdí la noción del tiempo.
Hicimos de todo… nos tocamos por cada rincón… nos reconocimos lunares… nos besamos completos… los olores propios del sexo y del otro nos intoxicaron, los sabores en nuestros labios. Mis pezones fueron de él. Su pene mío. Su espalda quedó con mis uñas.

Un café, una conversación intrascendente, un hasta luego. Me vestí. Me fui. Tan amigos como siempre. Vuelta al coqueteo solapado. Al leer entre líneas. Al decir sin decir.

Mi conclusión: adictivo. No repetible.

Mucho tiempo después lo repetimos, nuestras palabras nos alcanzaron. Con más prisa. Sin más preámbulo que un café y una conversación. Mentiría si no dijera que quiero volver a tirármelo. Quizás en un tiempo más. Cuando tengamos suficiente preámbulo, porque el juego y la coquetería es parte de nuestra interacción.

#LasPerversas
@maladeadentro @ele_enletras @sita_Marilyn

viernes, 12 de abril de 2013

RUTINA?? PLACER!!



Nos conocimos de la manera más extraña y poco convencional, en que dos personas se pueden conocer... Esa vez no se me pasó ni por la mente, que terminaría acostándome con él. Nos hicimos buenos amigos, conversábamos nuestras cosas y salíamos a menudo a almorzar, siempre íbamos al mismo lugar, a Marín con Vicuña, ya sé que al igual que #LasPerversas, cada vez que me llamaban y les decía que estaba en ese lugar, exclamarán:

¡Cochina! (irónica y risueñamente), andai almorzando pollito al velador!

Pero no, íbamos a los chinos, esos que quedan en toda la esquina, en el segundo piso. 

Siempre teníamos la misma rutina, acordábamos almorzar, yo lo pasaba a buscar, nos íbamos a los chinos, pedíamos el mismo menú y conversábamos: de su matrimonio y mis aventuras; de su separación y de mis desventuras; de sus aventuras como hombre separado y mis nuevas aventuras y desventuras... y así hasta que un día me habló del blog:

-Leí el blog que tienes con tus amigas, te identifiqué perfecto en una de las historias

Yo respeté el acuerdo pactado y respondí lo que siempre respondemos: 

- No te puedo decir nada sobre quién protagoniza cada historia, eso lo sabemos sólo nosotras y nunca lo revelaremos.

Me respondió que no me estaba preguntando, que no era necesario, que tenía la certeza de que era yo y que había podido imaginarme completamente en la historia, le pregunté a qué historia se refería y sí, era mía, pero yo disimulé, sin embargo me sentí casi desnuda, era como si yo estuviera en la escena en ese mismo momento y él estuviera de espectador... creo que fue ahí cuando vi que apareció un brillo en sus ojos, casi justito al mismo tiempo en que apareció un brillo en los míos, y de todas las veces que fuimos a almorzar a ese lugar, fue la primera vez que recordé que en el sector hay más moteles que personas circulando. 

En buen Chileno, ese día, y por primera vez, nos despedimos con los colmillos enteramente asomados! Una tarde estábamos chateando y me invitó a pasar la noche en su casa, es un hombre guapo y muy dulce conmigo, así que me aproveché de esa dulzura, condicionando mi ida a los muchos regaloneos que exigiría esa noche, por supuesto que aceptó, la verdad es que no ha sido una vez, han sido varias las veces que se ha repetido mi ida a su casa y curiosamente, todas las veces que he ido, han sido parecidas a las otras.

¿Rutina? puede ser, siempre he sido una convencida de que en el sexo hay que innovar, probar cosas nuevas, inventar, imaginar, crear y voy por la vida muy convencida y practicante de mi discurso, sin embargo debo reconocer que cuando la calentura te atrapa de tal forma en que me atrapa cuando estoy con él, no hay tiempo de pensar en innovar nada. 

Siempre es igual, llego a su casa, no tenemos apuro, bebemos algo rico, conversamos, reímos y poco a poco nuestras miradas comienzan a insinuarse, besos suaves que se vuelven rápidamente apasionados, un sillón que nos recibe y se hace parte de nuestra respiración agitada, nuestras manos que buscan apuradas y nuestras bocas que besan desesperadas, la mitad de nuestras ropas quedan esparcidas en ese sillón, luego a tientas, sin dejar de besarnos y tocarnos, hacemos el recorrido por el pasillo hasta su dormitorio, yo beso su cuello, él me masturba, él besa mis pechos, yo lo masturbo, él me pide que pare, jadeante, excitado, exquisito, insiste en que pare, se aleja para poder contenerse... nuestras bocas otra vez se apoderan la una de la otra, ya sin ropa sobre su cama, el apuro se transforma en urgencia, yo sobre él mirando su cara de placer cada vez que entra en mi, sintiendo sus gemidos más intensos al ritmo de mis sube y baja, mis pechos buscando su lengua, mis pezones se erectan al contacto de su humedad, nuevamente besos apasionados, sus jadeos se hacen mios y los míos se hacen suyos, prontamente un orgasmo, rico, apurado, disfrutado, esperado.

Me recuesto a su lado, su brazo fuerte y musculoso se estira por debajo de mi cabeza para que me acomode en su pecho, conversamos, reímos, nos contamos cosas, sin apuro, con mucha calma vamos hablando de lo que se nos ocurra, no hay mentiras, sólo libertades, así que se puede hablar de lo que sea, no hay temores a las preguntas ni a las respuestas, la vida vuelve a pasar lentamente, hasta que en medio de la charla, un pequeño gesto o algún roce, nos vuelve a apurar, otra vez nuestras bocas se buscan, la pasión insiste en su imperiosa necesidad de hacerse presente y allá vamos otra vez, yo tocándolo y sus dedos coqueteandole a mi clítoris, yo sobre él o él sobre mi, hasta encontrar nuestro rápido orgasmo... y la escena se nos repite una... dos... tres... hasta cuatro veces por noche!!!. Luego su brazo se estira, mi cabeza se acomoda en su pecho, el último beso, un “buenas noches” y el merecido descanso.

Al despertar sigo cobrando mis condicionados regaloneos, besos, conversación, pasión apurada y... allá vamos de nuevo!!! Luego me prepara el desayuno, pone alguna película que quiere que veamos juntos, me baño, me visto, un beso y adiós... Hemos hablado de hacer cosas distintas, de probar algo nuevo, tenemos pendiente una fantasía que le confesé en medio de nuestras charlas y que está dispuesto a que cumplamos, de todos modos.


El rompió mi discurso anti rutina, finalmente no hay recetas para disfrutar del sexo, si logras tirar 4 y hasta 5 veces por noche con un hombre y lo pasas igual de rico en cada una de esas veces, por muy parecidas que sean todas ellas, es porque definitivamente no hay recetas... Todo está en una y en la complicidad que generas con la otra persona, reconozco que me encanta andar pensando en cosas nuevas, pero también debo admitir, que después de todo, harto rica que puede resultar la rutina!!!


#LasPerversas
@maladeadentro @ele_enletras @sita_marilyn 

viernes, 5 de abril de 2013

TENTACIÓN EN DO MENOR

Tengo una fascinación con el piano, apurada puedo levantar la tapa y rozar los dedos en las negras y blancas, más de eso, no sé, hace un tiempo muy lejano ya, me encapriché con un hombre al piano.
Inmediatamente cuando lo conocí, me enardeció en deseo una fantasía: lamer su sexo erecto mientras sus dedos acariciaban oscuras teclas en do sostenido… no era más que eso, un inusitado capricho. 

Era su boca gruesa, la deseaba furiosa contra mi boca, vagando entre mis piernas y más.  En cada usual café mi lengua se inquietaba, y era mi boca la que celaba su permanencia tras la jaula que improvisaban mis dientes, a ratos... se escurría asomándose para delinear mis labios, mientras me colgaba de sus ojos y disimuladamente cruzaba mis piernas para atrapar la fiebre que escapaba de mi vulva. 

Recreaba la escena una y otra vez, él acariciando los acordes para las venusinas, mientras sigilosa me deslizaba bajo su clavicordio, lamiendo sus pantorrillas, friccionando mis mejillas entre sus muslos, volviendo sobre sus rodillas mientras mis dedos escarbaban bajo el cierre de su pantalón. Él no era ajeno a mis fiebres, muchas veces nuestras charlas desembocaron en los apetitos acallados, en el deseo, en evocaciones febriles, en los orgasmos ermitaños con nuestros nombres en la piel y en los dedos. 

 - No sabes las veces que me he masturbado pensando en ti. 

Fue un juego extraño, estaba convencida que era recíproca prudencia la que nos impedía terminar acalorados friccionándonos entre sábanas. Ineludiblemente rematamos nuestras confesiones con el mismo diálogo: 

- Sabes que no hemos tirado porque yo no he querido, verdad?
- Lo sé, con tu experiencia ya me tendrías en tu cama. 
- Si pretendiera algo más contigo, no me detendría. 

Al tiempo comprendí porqué me debatía en la libidinosa ansia de copular y en dejarlo en la ensoñación de lo platónico. Me atraía sexualmente, me seguía imaginando sujeta a esa boca gruesa que la quería mordiendo mis pezones, liberando la lengua para delinear mis areolas, humedeciendo mi torso sudado a horcajadas sobre su miembro erecto, penetrandome bestiamente, mientras sus dedos maestros en arrancar matices suaves y fuertes, desataran mis quejidos en su oído. 

Me excitaba más aún el capricho contenido que explotaba cuando me masturbaba recreando diálogos mientras mi dedo “en gancho” rozaba mi clítoris y la rugosidad más atrás de mis labios pulsando. Era como la leona que buscaba un macho de melena para copular. 

Mi instinto sexual y de cazadora me mantenía expectante. Sin embargo, sabedora que la presa se escurre por temerosa, se vuelve presa fácil y me deja como una gata aburrida de la madeja de lana que no se desliza sin estímulo. Su inexperiencia me volvía al centro, para qué? no descubrí la pólvora al razonar que una vulva y el maduro encanto pude dejar a los pies al novicio. 

El sexo por sexo no merece entrampar, él era solo eso, un capricho al cual doblegar entre mis piernas. A ratos me perdía, a ratos bastaba un arañazo para azuzar otra vez su avidez de concretar nuestro embaucado secreto. Hablábamos de sus temores, del capricho mutuo, de la imposibilidad de detener los encuentros, apaciguamos las dudas acordando que el juego sería hasta que saciado el deseo, uno de los dos desistiera. 

Ya no recuerdo cómo, pero una tarde estaba en mi sillón, no había clavicordio, no repiqueteaban las venusinas, el único sonido era el temblor de sus manos sudorosas y los chasquidos de mis dedos ávidos de desencadenar lo juegos ensayados sobre su viril erecto. Su boca furiosa estaba sobre la mía, sentía su lengua como una espada ardiendo que se deslizaba tras mi lengua, atravesando mi útero, para detenerse en la culminación de mi clítoris, sus temblores dejaban al descubierto su desasosiego, esa tarde el juego parecía ser para él, estaba ahí, a merced de mi lengua y de mis oídos que se deleitaron con sus quejidos de placer, mi vulva destilaba fluidos en décimas, mientras oí su súplica:

- no sigas, no te detengas

Hasta que anunció venirse sobre mi boca a su merced. Mi lengua se escapaba a su periné mientras mis dedos se empotraban en sus muslos, su escroto, subían surcando su piel hasta detenerse enredados en su torso, acariciaban el lóbulo de su oreja y se colaba entre su boca gruesa…que sutilmente mordía mientras lograba contener sus gritos de placer, otra vez la lengua escalaba hasta su bálano deseosa de humedecer mi sediento paladar, lamía despacio como resbalando del contorno de su pene, mientras mis ojos no se separaban de los de él, mi lengua intercalaba en sus testículos y su pene, ritmos de fuerte a más...tensando en juego de afinación de su verga erecta hasta el brindis final, destilando su tibio semen dentro de mi boca, al son del último grito de placer de carne por carne. 

 -No puedo sacar ese momento de mi cabeza, fue lo primera vez que me lo hacían así. Seguirás siendo inspiración para masturbe por mucho tiempo. 

Volvía por besos calientes, caricias furtivas escabullidos en su auto, su miembro erecto y sus mano sudando entre temblores, el juego perverso de adueñarme de su voluntad había comenzado, sigilosa, caprichosa. Aparecía travieso por más, buscando mi boca, placer que se fue diluyendo en otras tardes en que una vez más nos confinamos a besarnos en su auto, tras su lengua hurgando desesperada en mi boca, lo que me azuzaba la excitación, comenzó a ser disonante con sus temblores y la vacilación del que hacer con sus dedos, la dilatación de mi clítoris no llegaba y mi ropa interior permaneció más adusta que el sahara, mi capricho había mermado. 

Lo furtivo teñido de titubeos adolescentes dista de ser seductor, me place ser hembra vista como una sujeta poderosa, pero necesito el macho con carácter sobre sus zapatos y sobre mis sábanas! al tiempo, su retórica -que alguna vez me cautivó la entrepierna- me pareció perorata con influjos de egolatría que no son más que su inseguridad admitida. 

Una tarde cualquiera, cautelosa para no ofenderle, desahucie el juego. Para encamarme no busco aprendices, prefiero el igual a igual. Probablemente fuera por remota casualidad que llegara este texto a sus ojos, la inmediata justificación es predecible; “No me excitaba” “No sentía lo suficiente” “las culpas” pamplinas! o a veces no se da el ancho no más o en cosa de gustos para nosotras no hay nada escrito. 

Por la providencia que no todo salió mal, aquella felación fue bien placentera. Así como dicta el hilarante manual del sexo aristotélico “las mujeres, en general, están más contentas teniendo algo bien hecho una vez, que algo mal hecho frecuentemente” admito que mientras escribo... sonrío.
 
#LasPerversas
@ele_enletras @maladeadentro @sita_marilyn

sábado, 1 de septiembre de 2012

¿Por qué callamos las mujeres?...

Muchas veces callamos porque así se nos enseñó y así se le enseñó a nuestras madres, quienes aprendieron de nuestras abuelas, las señoritas deben callar y si nos atrevemos a reclamar, a pedir, a patalear, pasamos de Damas a Histéricas. Me di cuenta de que lo más fácil para entender nuestros silencios, nuevamente era culparnos a nosotras mismas, a nuestras madres y a nuestras abuelas con sus enseñanzas, pero me di cuenta de lo injusta que estaba siendo, la culpa no es de ellas, ni de nosotras, ¡la culpa es de todos! 


Y es de todos porque aceptamos este modelo patriarcal impuesto y casi naturalizandolo, nos negamos a revelarnos ante él, nos enfrentamos a un Modelo de belleza impuesto, donde todas debemos parecernos a ese modelo, Altas; flacas, Jóvenes, pechugonas,con hermoso pelo, sin arrugas. 

Y nosotras nos creemos este modelo y nuestro baño se llena de productos para el pelo, cada vez que comemos chocolate es con culpa, el sostén push up se vuelve un aliado, los tacos son cada vez más altos, las cremas para las arrugas deben ser de día y de noche, “porque para ser bellas hay que ver estrellas” y todo esto disfrazado como “salud” y si es tan sano, ¿por qué no se le impone a los hombres igual sentido de lo que es la salud?. 

También callamos por miedo, por vergüenza, nos golpean, nos violan, nos abusan, disponen de nuestros cuerpos, pero la vergüenza la sentimos nosotras y simplemente callamos, ¿y cómo no hacerlo si todo lo que nos rodea nos empuja a eso? es como si la sociedad toda no quisiera ver lo que nos pasa y hacernos callar fuera la mejor venda puesta en los ojos para simular que nada ha pasado. Si una mujer es agredida por su pareja, nosotros la queremos víctima, ¡bien víctima de los abusos!, minimizada, queremos que su sufrimiento se note, sólo ahí pensamos que necesita ayuda, pero si ella pide ayuda antes, si se defiende al primer golpe, si trata de parar la violencia, nosotros la catalogamos de violencia cruzada, peor aún si ella dice que lo ama, simplemente nos sentimos con el derecho a decir “si ella se mantiene ahí, es porque le gusta la situación”, 

¿Cómo no callar si cuando quiere hablar, nosotros hablamos por ella? Este año llevamos 31 mujeres asesinadas por hombres, por el sólo hecho de ser mujeres, casi 600 en los últimos 10 años, sin embargo poco y nada decimos al respecto, ¿pero qué pasaría si fuera al revés? si dijéramos que son 600 hombres los asesinados por mujeres y que los asesinaron sólo por ser hombres, es muy probable que ya estaríamos preguntándonos, ¿qué les pasa a las mujeres que están asesinando? ¡nuestra sociedad se está volviendo loca!, sin embargo cuando las asesinadas son mujeres, nosotros callamos. 

Otras veces aunque las mujeres griten, nosotros nos ponemos sordos, es el caso de las mujeres lesbianas, completamente invisibilizadas, borradas, anuladas, Valeska Salazar, la niña sobreviviente, que fue golpeada con la intención de asesinarla por ser lesbiana, una entrevista en la televisión y nunca más se supo de su caso, no se pide justicia, no hay Ministros ni Presidente de la República apoyándola y emplazando a los jueces a hacer bien su pega. Es lesbiana, nuestra sociedad patriarcal se niega, se ensordece, las anula, las invisibiliza, es mejor simular que no existen, aunque ellas nos griten a diario que están acá. 

Hace poco leí un relatos que me sobrecogió, fue el de las mujeres abusadas sexualmente como método de tortura en el régimen militar, creo que ese relato encierra muchos motivos de porque callamos las mujeres, allí se lee el miedo, pero además la valentía, si callamos y protegemos a los nuestros, somos valientes y a las mujeres se nos impone ser valientes, (realidad conocida por nuestro pais, ¿no fuimos las mujeres las invitadas a reconstruir después del terremoto? ¿no salían los comerciales diciendo que nosotras debíamos tener la fuerza y la valentía para parar nuestro país que estaba en el suelo?) Y esa valentía impuesta nos obliga nuevamente a acallar y a silenciar nuestros miedos. 

Pero además se siente vergüenza, vergüenza del ultraje al que fueron sometidos los cuerpos, ¿cómo contar todo lo que hicieron a esos cuerpos desnudos y con ojos vendados? Miedo, vergüenza, valentía impuesta, y sumamos a eso que cuando al fin las palabras pueden comenzar a salir, nosotros, no queremos escuchar... No me cuentes eso; calla que me daña saber lo que te pasó... mejor no pensemos en esas cosas, borrón y cuenta nueva que la vida continúa... Actualmente nos hemos enterado del abuso sexual que cometen los Carabineros contra las estudiantes en toma, los agarrones, las tocaciones y ahora las obligan a desnudarse completamente para revisarlas, no respetan ni el periodo menstrual, ellas dentro de los cuarteles intentan defenderse, reclaman y las golpean más. 

Estas niñas me traen de vuelta la esperanza, porque ellas ya no callan, porque los años de lucha del movimiento de mujeres les ha enseñado que nuestros cuerpos nos pertenecen, que nadie tiene derecho a hacerle nada que nosotras no queramos y ellas lo están gritando, nos están poniendo un espejo como sociedad y nos están mostrando y gritando lo que no queremos ver ni escuchar, se están revelando a los siglos de silencios impuestos. ¿Por qué callamos las mujeres si nacemos gritando? esta es una doble invitación, primero a escuchar, nos cuesta tanto escuchar, dejemos de taparnos los oídos y aprendamos a escuchar y segundo, a no callar, a hablar, a reclamar, a patalear aunque nos traten de histéricas, basta ya de soportar y si agreden a una, gritemos todas!