Más vale feo conocido...
No quiero volver a tirar. Seré célibe de hoy en adelante.
Desperté casi llorando después de escucharme en la peor de mis pesadillas. Hacía unas cuantas semanas que no ocurría nada en el departamento de la lujuria y esto estaba alterando un poco mi sanidad. Sí, me hace falta el sexo para estar cuerda.
Ya era hora de salir al trabajo y como todos los días me recogió en mi casa un compañero de trabajo que ha sido mi amigo desde la adolescencia. ¡Feo, conchesumare que el weón es feo! Pero aunque su cara es un delito con pena capital, su cuerpo es otra cosa. Es campeón en natación. Su espalda es ancha y baja hasta su cintura formando una perfecta V. Sus piernas marcan todos los músculos de sus muslos, sus brazos, su cuello son perfectos. Y para qué hablar de sus abdominales, ¿qué six pack? el tipo tiene dos de esos y su perfectamente redondo y duro poto. Pero es feo, no hay por dónde mirarle la cara, es feo.
Salimos de trabajar ese día más temprano y me invitó a tomar cerveza. Cosa normal lo hacemos una vez a la semana, pero ese día era diferente, le había contado a #lasperveras mi sueño, mi urgencia por tirar y que estaba considerando al feo. Comentarios de bolsas, sábanas, de espalda y demás tallas para que no le mirara la cara, hicieron que el morbo se acrecentara y la maldad se apoderó de mí.
Ya en el bar tomamos unas cuantas cervezas, había tanto guapo que podía cambiar mi plan e irme con uno de ellos. El morbo no me lo causaban ellos, si no el feo. Él podía ya oler mi celo de hembra y con sus piernas rozaba las mías, tocaba mi mano y arreglaba mi cabello de una manera que nunca lo había hecho antes.
- Bailemos, me dijo.
Comenzó la salsa y nuestros cuerpos se contoneaban al unísono. Sentí como se le paró su pene muy pegado a mi pelvis. Me mojé instantáneamente. Subí la mirada dándole consentimiento a tener su erección y revolcarla al ritmo de la música en mi pelvis. Entendió de inmediato y entre el murmullo escandaloso del bar, los tambores de la música y su pene rozando mi monte venus, orgasmé.
-Quiero que tiremos, le dije tan descaradamente como el orgasmo que había tenido.
Sonrió muy nervioso. Terminamos de bailar esa pieza, nos sentamos y tomamos una cerveza más en total silencio. Se paró de la mesa indicándome que nos íbamos y lo seguí.
En el auto me abrió la puerta, cuando me senté, me viró hacia a él se arrodilló y comenzó a lamer mi clítoris por encima de los calzones. Sí, en el estacionamiento del bar. Metía sus dedos dentro de mi calzón rozando los labios, trazaba el contorno con la yema de sus dedos. Mi entrepierna aún estaba mojada después de haber tenido mi orgasmo danzado y sus dedos se deslizaban por toda la zona causándome placer. Me sorprendía lo expertamente que me tocaba, ahí sentada en el auto a la misericordia de sus divinos dedos orgasmeaba a su merced.
Se levantó y condujo hasta su casa. Entramos y cerró la puerta tras nosotros. Me levantó en sus hermosos brazos y con algo de violencia me pilló entre él y la puerta. Su lengua entró en mi boca sin permiso, la gentileza con la que me había masturbado en el auto desapareció. Me besaba fuertemente, mientras me aplastaba entre la puerta y su cuerpo. Se desabrochó el pantalón y metió su pene en mí, sin quitarme la ropa interior, ésta sólo la deslizó. Me tenía en sus brazos, mis piernas alrededor de sus caderas y me embestía con furia. Me gustaba sentirlo pontente, fuerte, recio conmigo. Apenas podía mover mis caderas pero no lo necesitaba, su pene estaba muy erecto y me tenía en la posición perfecta, donde su pelvis rozaba mi clítoris y la cabeza de su pene raía todo el interior de mi vagina.
Me deslizó por toda la puerta dejándome caer hasta el piso. Se desnudó, dándome un espectáculo. Su cuerpo desnudo, es una obra de arte, su pene erecto, con la cabeza roja y muy mojada después de haberme cogido violentamente, era una visión de placer ante mis ojos. Se me trepó encima y desnudó mis senos. Nadie ha tocado estos pezones así, estaban tan duros, enhiestos ante la experticia de una lengua y dedos. Con su otra mano buscó mis calzones y al fin me los quitó. Me metía sus cuatro largos dedos mientras que con el pulgar rozaba mi clítoris. Sacaba su mano de mi vagina y lamía todos mis jugos que se deslizaban por ella.
Me viró de espalda y posó toda la inmensidad de cuerpo sobre mí. Levanté mi cola, y sentí como su pene entraba nuevamente en mi vagina. Nos fuimos levantando hasta yo quedar en cuatro y él en sus rodillas. Me penetraba fuertemente jugaba con mi clítoris el tiempo necesario para que no se resintiera. Me tomaba del cabello para no perder su equilibrio y así podía mirar mis senos que se reflejaban en los cristales de la puerta. De vez en cuando mordía mi espalda enviando electricidad desde mi espina dorsal hasta mi clítoris. Gemíamos tan unísonamente como nos movíamos.
Mis orgasmos llegaron unas muchas veces más en un período de tiempo que pareció eterno. Me tuve que rendir ante su atlética y experta ejecución. Dejé caer mi cola y su peso cayó todo en mí. Se rió casi a carcajadas y se movió hacia un lado.
-¿Cansada? Terminaremos otro día.
Aún lo miro en el auto de camino al trabajo diariamente y pucha que es feo el conchesumare pero instantáneamente recuerdo lo buen amante que es y voy en calentura el resto del viaje. El feo me dejó queriendo más de él. El otro día aún no llega, pero espero con ansias y bolsa en la mano el próximo encuentro.
#LasPerversas