"Secretas puntadas que potencian el placer"
Creo, por la providencia que creo… casi voy pisando las cuatro décadas, las formas que delinean mis contornos ya no son dignas para boceto de moda, si me desmenuzaran para venderme cual chatarra por parte, creo que el mejor precio seria ofertado a mis piernas. Creo, por la providencia que creo… que la presentación en vajilla fina de selectas hortalizas nunca compite a la delicia de un bol (aun salpicado en el borde) en el cual se reúnen desmenuzadas hojas de lechuga, con sabroso aliño.
Sí, hace una quincena de años antes mi cuerpo era turgente, pero hoy los menesteres de mi placer se esconden y asoman; en los pliegues de mis senos de gota, entre mis muslos de espesores generosos, sobre las margaritas de mi espalda que me adornan sobre el coxis, en la yema de mis dedos, en mis brazos que de hercúleos ya no conserva nada, en mis ojos que en sus esquinas, asoman mis lineas de expresión cuales raíces de un rosal … y por cierto, en mi vulva que a capricho mío esconde mi generoso secreto.
Aun cuando mi vagina llorona siempre se desaguaba en esos néctares de éxtasis propiciados por un buen amante que la monta sobre sus dedos, su lengua o su virilidad ( acá, en juicio digo, que no encuentro placer mejor concebido que un hombre que sepa besar) los años, la elasticidad a prueba, me hacían algo tardíos los orgasmos, es más, quedaba sujeta a culminar en ciertas posiciones, dejándome sólo para el final la explosión multiorgásmica.
Fue hace algo mas de tres años, una tarde un articulo de una revista de la cual no recuerdo ni es mi menester señalar su nombre me sugirió “reconstrucción vaginal” caprichosa como marrasquino de torta, me dije ¡esta señal es lo mío! No fue que me quitara el sueño, más fue, que lo descrito antes me restaba placer, MI PROPIO PLACER.
Hablé con mi ginecólogo, mis conjeturas le parecieron muy acertadas, el “pero” no lo ponía él ni yo, el “pero” venía en el justo valor económico de tamaño capricho, costes significativamente mas económicos, en aquellos recintos clínicos en conveniencia a mi plan de salud. ¿cómo hacer? Para mejor entender, debo decir que había cierta operación que realizar, esos mañosos quistes que una nunca convida pero que intrusos se alojan en nuestro útero. Urdí mi plan y contacté un médico de un prestigioso hospital clínico, uno de esos donde la “Santa Patrona” jamás le revelaría al profesional de pulcro blanco “¡Hey! dejale la abertura de la vagina más pequeña para que pueda gozar más!!”.
Controles y exámenes varios para tratar mi dolencia, entre cita y cita irrumpí en falso llanterío:
-Hace años no siento nada, mi matrimonio está en crisis, por lo más sagrado es que no quisiera quedar sin la protección de mi marido.
Claramente tras esta declaración los argumentos siguieron hasta que el bendito médico católico, quizás conmovido por mi compromiso marital escucho mis ruegos… marido? Ja!
Esa mañana la cita en el pabellón fue bien temprana, un equipo multidiciplinario de especialistas bisturí y jeringas en mano se hicieron cargo de mi humanidad dormida a merced de sus expertis y sus bromas de machos. ¡Lo se! en los tres días posteriores bastaba observar su ojos chispeantes sobre sus risitas socarronas, sus miradas de “se lo que hiciste el martes pasado” … el alta? dos meses sin sexo… ¿¿QUÉ?? Cresta, por unos segundos me cuestioné valdrá la pena cerrar la puerta entre mis piernas al sacrílego?
Para esos días llevaba algo de más de tres semanas saliendo con un galán, hasta ahí caricias, besos y mordidas de labios habían sido máxime nuestro juegos… “se me acabó el romance” pensé. Que bah, la primera noche que pasamos a solas, descubrimos que a un orgasmo tras otro pude llegar sin penetrar mi nuevo ceñido canal de placer (pero eso es historia para otro post).
Si!! valió la pena… me declaro bastante simple, no soy la promotora del kamasutra, ni gozo de la estreches de una quinceañera, pero qué delicia gozar en mi propio “túnel angostura” desde un “perrito flojo” a morir a horcajadas sobre un jinete erecto!!
Sí, hace una quincena de años antes mi cuerpo era turgente, pero hoy los menesteres de mi placer se esconden y asoman; en los pliegues de mis senos de gota, entre mis muslos de espesores generosos, sobre las margaritas de mi espalda que me adornan sobre el coxis, en la yema de mis dedos, en mis brazos que de hercúleos ya no conserva nada, en mis ojos que en sus esquinas, asoman mis lineas de expresión cuales raíces de un rosal … y por cierto, en mi vulva que a capricho mío esconde mi generoso secreto.
Aun cuando mi vagina llorona siempre se desaguaba en esos néctares de éxtasis propiciados por un buen amante que la monta sobre sus dedos, su lengua o su virilidad ( acá, en juicio digo, que no encuentro placer mejor concebido que un hombre que sepa besar) los años, la elasticidad a prueba, me hacían algo tardíos los orgasmos, es más, quedaba sujeta a culminar en ciertas posiciones, dejándome sólo para el final la explosión multiorgásmica.
Fue hace algo mas de tres años, una tarde un articulo de una revista de la cual no recuerdo ni es mi menester señalar su nombre me sugirió “reconstrucción vaginal” caprichosa como marrasquino de torta, me dije ¡esta señal es lo mío! No fue que me quitara el sueño, más fue, que lo descrito antes me restaba placer, MI PROPIO PLACER.
Hablé con mi ginecólogo, mis conjeturas le parecieron muy acertadas, el “pero” no lo ponía él ni yo, el “pero” venía en el justo valor económico de tamaño capricho, costes significativamente mas económicos, en aquellos recintos clínicos en conveniencia a mi plan de salud. ¿cómo hacer? Para mejor entender, debo decir que había cierta operación que realizar, esos mañosos quistes que una nunca convida pero que intrusos se alojan en nuestro útero. Urdí mi plan y contacté un médico de un prestigioso hospital clínico, uno de esos donde la “Santa Patrona” jamás le revelaría al profesional de pulcro blanco “¡Hey! dejale la abertura de la vagina más pequeña para que pueda gozar más!!”.
Controles y exámenes varios para tratar mi dolencia, entre cita y cita irrumpí en falso llanterío:
-Hace años no siento nada, mi matrimonio está en crisis, por lo más sagrado es que no quisiera quedar sin la protección de mi marido.
Claramente tras esta declaración los argumentos siguieron hasta que el bendito médico católico, quizás conmovido por mi compromiso marital escucho mis ruegos… marido? Ja!
Esa mañana la cita en el pabellón fue bien temprana, un equipo multidiciplinario de especialistas bisturí y jeringas en mano se hicieron cargo de mi humanidad dormida a merced de sus expertis y sus bromas de machos. ¡Lo se! en los tres días posteriores bastaba observar su ojos chispeantes sobre sus risitas socarronas, sus miradas de “se lo que hiciste el martes pasado” … el alta? dos meses sin sexo… ¿¿QUÉ?? Cresta, por unos segundos me cuestioné valdrá la pena cerrar la puerta entre mis piernas al sacrílego?
Para esos días llevaba algo de más de tres semanas saliendo con un galán, hasta ahí caricias, besos y mordidas de labios habían sido máxime nuestro juegos… “se me acabó el romance” pensé. Que bah, la primera noche que pasamos a solas, descubrimos que a un orgasmo tras otro pude llegar sin penetrar mi nuevo ceñido canal de placer (pero eso es historia para otro post).
Si!! valió la pena… me declaro bastante simple, no soy la promotora del kamasutra, ni gozo de la estreches de una quinceañera, pero qué delicia gozar en mi propio “túnel angostura” desde un “perrito flojo” a morir a horcajadas sobre un jinete erecto!!
#LasPerversas
ya no son 5 perversas?
ResponderEliminarFELICIDADES AMIGA...!! VALIO LA PENA LA MENTIRILLA Y LA ABSTINENCIA TAN PROLONGADA.... =)
ResponderEliminarJajajaja genial relato!!! buenísimo como siempre, abrazos nenas!!!
ResponderEliminarEste post me parece tremendamente comprometido con el géneró y agradezco que tengas la buena onda de contarlo. Y por supuesto, genial recibir sus post...
ResponderEliminarQ bien
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