Una de cada diez personas tiene sexo en la oficina
Hace rato que no tengo tiro, más que por falta de candidatos, es porque ando quisquillosa... no sé... no quiero tirar con cualquiera. Estoy media aburrida de saltar de cama (que no es malo, pero me da por épocas).
Y como ando media falta de sexo, me da por recordar... ando nostálgica del roce. No tiene que ver con el orgasmo, creo que lo he dicho antes, pues el orgasmo puede llegar con la ayuda de mis ágiles dedos o con alguno de mis vibradores... ¡no! Quiero roce.
Este exceso de recuerdos me llevó a mis TOP 5 (estoy enamorada de Rob Gordon) y entre medio y en eso se me vino a la cabeza y a la entrepierna un recuerdo vívido... Estoy sentada en la silla y escribiendo en el escritorio que nos sirvió de arranque pasional. Sexo en la oficina... ¡¡¡Qué wevada más rica!!!
Empezamos por falta de tiempo para irnos a otro escenario y se nos hizo media costumbre porque es maravilloso conjugar calentura con peligro (quien haya tenido sexo en un lugar público sabe a lo que me refiero). Mirar hacia el horizonte con la sospecha que desde otro edificio te ven con el vestido arremangado, las manos apoyadas en la mesa, piernas abiertas y un hombre contonéandose suave y brusco detrás tuyo...
Confieso que es uno de mis lugares favoritos para un polvo express, no sólo porque tienes rincones cotidianos que transformas en excitantes escenarios, sino porque siempre está la posibilidad que alguien se devuelva porque se le quedó algo o que te vean desde el edificio de enfrente.
Sí... tener sexo en la oficina me calienta. Sentarme en el escritorio de la peor compañera mientras mi macho me embiste es uffff. Hacerlo en la sala de reuniones... en mi escritorio... en el de mi jefe. Esperarlo sin calzones sentada en mi escritorio. ¡Quiero!
La altura del escritorio da un ángulo de penetración maravilloso, media echada hacia atrás, piernas abiertas y pie apoyado en una silla para mayor estabilidad. Sentada en el mueble que es más alto y él sentado en una silla haciéndome sexo oral, con mis piernas apoyadas en el respaldo de la silla mientras él queda perfecto para saborearme. Él sentado en la silla y yo cabalgando sobre él. Yo apoyada en mi escritorio, con la cola muy parada para que pueda embestirme lo más duramente que pueda.
La primera vez que lo probé como escenario fue con un amigo. No nos aguantamos la pasión y en vez de pasar a buscarme para irnos a un motel, terminamos tirando arriba de la mesa de reuniones. Me gustaba esperarlo en verano sin calzones, de manera de ir calentando el ambiente; entró a la oficina, donde debí quedarme trabajando horas extras por la gran carga laboral, me abrazó fuerte con un beso en la mejilla y en vez de soltarlo, le agarré una nalga con una mano y con la otra, rocé levemente su entrepierna. No bastó ni medio segundo para que se parara como un gran mástil.
Bajó su mano hacia mi culo, levantó el vestido y me apretó. Lanzó su chaqueta, se desabotonó el cuello de la camisa, aflojó la corbata, me dio vuelta y me apretó contra su pene, su delicioso pene, mientras me masajeaba las tetas y yo, con mis brazos hacia atrás, acariciaba su cabeza. Bastó un minuto para que llegáramos a la sala de reuniones, donde me sentó en la mesa y comenzó a hacerme sexo oral. Cada lamida en mi clítoris hacia que mi pezón se erguiera tanto que amenazara con salir del vestido. Estaba lista, preparada y él lo sabía bien. Se puso el condón que traía y me penetró. Mi cuerpo se echó por completo en la mesa de reuniones, mientras abrazaba sus caderas con mis piernas... mis pantorrillas lo apretaban fuerte para que la embestida sea más poderosa.
Estuvimos unos cortos minutos así, pues rápidamente me levantó de la mesa. Se sentó en una de las sillas que tenemos alrededor de la mesa y me senté sobre él, mirándolo a los ojos me moví en círculos, de atrás hacia adelante, de abajo hacia arriba. Una de sus manos me tomaba del culo para que me sintiera más segura y su otra mano jugaba con mis tetas, llevándose mi pezón a su boca... lo chupaba, lo succionaba... mientras yo estaba con una oreja parada por si a alguien se le hubiera ocurrido devolverse.
Cambié de posición y me senté de espaldas a él. Me metía su pene, mientras mi clítoris quedaba a su y a mi disposición para el juego. Sólo un par de embestidas, masajeando mi clítoris, nos llevó a un orgasmo. Sonoro, quejumbroso, caliente... sentía cómo mis fluidos me mojaban... no quería ni moverme... ¡¡¡Ruidos!!! Me levanté rápidamente, buscando mi vestido y él se subió los pantalones a la velocidad del rayo... ¡¡¡falsa alarma!!! era en la oficina de al lado que sonaba un manojo de llaves... pero eso a mi me puso a mil.
Desde ahí uso mi oficina como un segundo motel sin costo, donde el mobiliario hace maravillas cuando se sabe usar.
#LasPerversas
Cada vez es un placer leer a las perversas... me traen recuerdo de mis propias andanzas!! son maestras!!
ResponderEliminarGenial...la adrenalina le da ese toque único, la sorpresa, el exhibicionismo..uf...calienta a mil....gan relato...saludos.
ResponderEliminarCREO QUE ME BUSCARE TRABAJO EN UNA OFICINA... ME DIERON GANAS DE PROBAR!!!
ResponderEliminarNO HAY NADA MEJOR...Q ESA MIEDO A Q TE VEAN DESDE OTROS EDIFICIOS....O TE SORPRENDA ALGUIEN EN PLENO ACTO...EL PLACER A FULL¡¡¡¡
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