La Perversa Subalterna
Cada vez que entro en su oficina, los primeros pensamientos que cruzan mi cabeza son eróticos. No puedo evitarlo, parada en ese umbral no puedo sino imaginarnos teniendo sexo salvajemente sobre su escritorio o en su cómodo sillón de jefe.
Y es que todo es tan exquisitamente perfecto en él, que trato de autoconvencerme que es gay, porque mis amigos gay son los hombres con más estilo y mejor gusto sobre la tierra. Así, evito pensar en que sus frecuentes frases de “luces agotada” tienen detrás la intención de hacer algo para quitarme ese cansancio.
Pero fantaseo acerca de qué pasaría si rompiera mis reglas y guardara en el cajón mis principios y decidiera tirarme a mi jefe. ¿Y si en vez de sonreír discretamente cuando él me dice que luzco agotada yo contestara algo así como “sí, necesito un par de masajes”?¿Qué diría él? ¿Se ofrecería a dármelos o se limitaría a recomendarme un buen spa?
Ay, cómo quisiera que él me masajeara y recorriera todo mi cuerpo con esas manos suaves e impecables y me besara con esa boca dulce y educada. Con ese sólo pensamiento me erotizo completamente y no sé en que forma lo miro, pero él siempre suele reírse algo nervioso y sonrojarse mientras contesto “sí, tengo un poco de sueño”.
¿Será que puede leer mi mente o que mi lenguaje corporal me delata? Tal vez a él le pasa lo mismo. Una vez, en una reunión me descubrí coquetéandole sin querer y siento que él respondió a esos estímulos. Fue cuando se acercó más a mí que noté las señales que estaba enviándole ¿qué hubiera sucedido si hubiéramos estado solos? Tal vez esa cercanía y ese roce disimulado, esas miradas y esas sonrisas habrían terminado en besos, en largos y apasionados besos. Creo que su pulso se apuró tanto como el mío cuando rozó solapadamente mi cuerpo creyendo que nadie más lo notaba, era un secreto entre él y yo que fingí desconocer. Era necesario, había mucha gente alrededor y responder a ese gesto habría sido como encender la mecha de un explosivo.
Para hacer más fluído el contacto con él he optado por obviar a su secretaria y llamarlo directamente. Después de todo soy también la jefa de mi propio departamento, una mujer fuerte y reconocida por mi carácter duro y decidido en la empresa. Pero esta imagen se termina cuando escucho su voz, su exquisita voz de hombre seductor pero no jote. ¡Cómo me gustan los hombres educados, cultos y con clase! Me vuelve loca al punto que cada una de sus instrucciones tienen un efecto orgásmico en mí, cada vez que dice “necesito trabajar este tema contigo” o “pídele a mi secretaria que coordine la reunión de acuerdo a tus tiempos y los míos”... Dios, me derrito... tanto, que cuando hablo con él cierro mi puerta para evitar cualquier mirada indiscreta mientras gozo oyendo su voz. Quien me viera tan señora, seca y educada orgasmeando en mi sillón con el teléfono al oído.
Y es que esa es mi debilidad, soy tan autosuficiente y ganadora en la vida que en el sexo necesito ser castigada y humillada, sentir el poder de quien me genera placer y no lo tengo si no soy dominada, perversamente dominada. Nunca me había gustado uno de mis jefes, pero este está absolutamente tirable. Es justo el tipo relajado, serio y exquisito que busco; sin embargo, mi fama pública me impide tirármelo sin culpa.
Y es que todo es tan exquisitamente perfecto en él, que trato de autoconvencerme que es gay, porque mis amigos gay son los hombres con más estilo y mejor gusto sobre la tierra. Así, evito pensar en que sus frecuentes frases de “luces agotada” tienen detrás la intención de hacer algo para quitarme ese cansancio.
Pero fantaseo acerca de qué pasaría si rompiera mis reglas y guardara en el cajón mis principios y decidiera tirarme a mi jefe. ¿Y si en vez de sonreír discretamente cuando él me dice que luzco agotada yo contestara algo así como “sí, necesito un par de masajes”?¿Qué diría él? ¿Se ofrecería a dármelos o se limitaría a recomendarme un buen spa?
Ay, cómo quisiera que él me masajeara y recorriera todo mi cuerpo con esas manos suaves e impecables y me besara con esa boca dulce y educada. Con ese sólo pensamiento me erotizo completamente y no sé en que forma lo miro, pero él siempre suele reírse algo nervioso y sonrojarse mientras contesto “sí, tengo un poco de sueño”.
¿Será que puede leer mi mente o que mi lenguaje corporal me delata? Tal vez a él le pasa lo mismo. Una vez, en una reunión me descubrí coquetéandole sin querer y siento que él respondió a esos estímulos. Fue cuando se acercó más a mí que noté las señales que estaba enviándole ¿qué hubiera sucedido si hubiéramos estado solos? Tal vez esa cercanía y ese roce disimulado, esas miradas y esas sonrisas habrían terminado en besos, en largos y apasionados besos. Creo que su pulso se apuró tanto como el mío cuando rozó solapadamente mi cuerpo creyendo que nadie más lo notaba, era un secreto entre él y yo que fingí desconocer. Era necesario, había mucha gente alrededor y responder a ese gesto habría sido como encender la mecha de un explosivo.
Para hacer más fluído el contacto con él he optado por obviar a su secretaria y llamarlo directamente. Después de todo soy también la jefa de mi propio departamento, una mujer fuerte y reconocida por mi carácter duro y decidido en la empresa. Pero esta imagen se termina cuando escucho su voz, su exquisita voz de hombre seductor pero no jote. ¡Cómo me gustan los hombres educados, cultos y con clase! Me vuelve loca al punto que cada una de sus instrucciones tienen un efecto orgásmico en mí, cada vez que dice “necesito trabajar este tema contigo” o “pídele a mi secretaria que coordine la reunión de acuerdo a tus tiempos y los míos”... Dios, me derrito... tanto, que cuando hablo con él cierro mi puerta para evitar cualquier mirada indiscreta mientras gozo oyendo su voz. Quien me viera tan señora, seca y educada orgasmeando en mi sillón con el teléfono al oído.
Y es que esa es mi debilidad, soy tan autosuficiente y ganadora en la vida que en el sexo necesito ser castigada y humillada, sentir el poder de quien me genera placer y no lo tengo si no soy dominada, perversamente dominada. Nunca me había gustado uno de mis jefes, pero este está absolutamente tirable. Es justo el tipo relajado, serio y exquisito que busco; sin embargo, mi fama pública me impide tirármelo sin culpa.
mmmmm nada mejor que un polvo rico...y culposo...
ResponderEliminarTodas en esa posición hemos mirando al jefe con ansias de sexo, mientras él nos explica el presupesto del mes.
ResponderEliminarGran post!
Amalia Sarmiento
(nueva leyéndolas y me encantan)
yo me habría tirado a todos mis jefes... no sé, pero los jefes me desenfrenan... afortunadamente, los míos conservan el sentido común que me es tan esquivo... 1313
ResponderEliminarexcelente post! nada más cierto, q al sentirnos mujeres autosuficientes y fuertes queramos ser "perversamente" dominadas. Vane..
ResponderEliminarya me estoy imaginando a ese jefe! acá ni luces de encontrar uno así, pero en otra oficina veo un jefecito que ya lo quisiera tener sobre el escritorio jejejejejje
ResponderEliminarUna fantasia al parecer mayoritaria de mujeres, en mi caso e tenido jefas y la verdad nunca se me paso por la cabeza ni un sueño erótico...si con alguna colega que por suerte llegue a concretar...saludos.
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