Evoco el recuerdo atemporal de una noche… me susurró al oído “eres un hembra exquisita”. Me colgué del iris de su ojos, y una mueca torcida evidencio ante mi amante las elucubraciones que azotaban mi cabeza. Hice un repaso mental de los juegos entre las telas que friccionaron nuestras pieles desnudas, sus ojos inquisidores buscaban estimular mi lengua, a algo más que retozos, sus ojos pretendían alentar que mi boca voceara mis elucubraciones.
Nos quedamos en silencio, impávidos, nos amamos los segundos precedentes, al momento en que su cuerpo mancillado con mis fluidos cerró la puerta tras de sí.
Reconocerme hembra sexuada fue resultado de peregrinar sobre mi propias carnes trémulas, vergonzosas, fue dejar de ahogar mis espasmos y quejidos por temor a parecer un maldita puta.
No me avergüenza decir hoy que me gusta gozarme en el sexo, no soy acróbata, ni mi cama es un piscina olímpica donde realizar cuanta acrobacia acuática en fluidos sea posible, sin embargo he comprendido que tengo absoluto control y DERECHO de complacerme.
No me avergüenza hoy admitir que crecí medio castrada, el placer sexual estaba implícitamente negado. Soy hija de hombre bruto, de aquellos que su masculinidad la expresan bajando el mérito de “niñita mujer”, hombre de boca borracha en pipeño y que carga más dolores en el alma que en sus manos heridas por el torno con el cual forjaba aceros.
“Todas las mujeres que he amado han sido maracas, la única casta que he conocido fue mi santa madre” creo es una de los versos más recurrente que se anidaran en mi consciente… “no disfruto el sexo, no se lo que es un orgasmo, creo que ese hubiese aflorado con el único hombre que amaré mi vida entera” lo oí una vez que espiaba tras una puerta las confesiones de mi madre.
Así, sin más, fui construyendo una aversión al placer sexual, mezclado con las letras tristes que cantaba mi boca cuando me veía reflejada en un espejo de marco gris… no se qué sino carga mi estrella, que crecí sintiéndome extraña y distinta, ajena en un prado donde todas las hembras eran margaritas, rosas y lirios y yo metiche cardo que había mutado hasta cargar espinas en el tallo.
Irónica visión me hacía erguir muros insoslayables entre ellos y yo… maldecía la hora de ser oruga, cuando ellos me veían como mariposa con alas de seda. Sólo los años me enteraron de tales admiraciones… Qué ganas de escupir las manos de todos aquellos que a fuerza de guardar silencio sólo alimentaban el voraz monstruo de la degradada autoestima.
Mi primera vez… tenía ya veinte años… era el hombre indicado, denostaba la condición de mujer tal cual había oído de mi padre, las mujeres que han copulado son “maracas”, gasté siete años de mi vida odiando mi entrepierna, me quedé al lado de él, por la providencia! Si me ha conocido en pureza y me vilipendia, que he de esperar de otro macho que me penetre ya desflorada?… me gasté las horas de sábanas, los días de caricias, apretando los dientes y esperando que concluyera pronto.
Un día le expulsé de mi vida y me prometí consagrar mi cuerpo a la castidad, era mujer que cargaba un clítoris de sobra… la negación se extirpó el día que mis brazos se reencontraron con el tierno amor de infancia. Al primer contacto sutil de sus dedos, a la primera humedad de su lengua rodeando mis pezones estallé en espasmos, llanto y gemidos… con ese hombre nos regalamos orgasmos maravillosos que prometimos disfrutar la vida entera… a veces la voluntad se doblega cuando falla “lo doméstico”. Hay mucho de él que aún me mal atrapa, sin embargo, los años que compartimos respiraciones y sueños, despertaron mis membranas, mi piel, mis ojos, mis rincones, mi lengua, la yema de mis dedos, mi clítoris…si.. aquel preciado brote que se entrega a lenguas y dedos del que me enardece con maestría.
Un día fui parida por segunda vez… y entre aquellas nuevos dones, dolores y causas que apuñé en mi mano, había una promesa… soy sexuada, acaloradamente orgásmica y virilidad que me apetezca, me consiga, me descubra, me despierte… me pertenece las horas que nos “amemos”. Exploto, gimo busco, exijo y me entrego… soy mujer, soy maraca, virgen, puta, mal nacida, beata, maestra… soy todas y ninguna… soy la que me apetezca ser y desde mi placer reconocido puedo hacer vibrar al macho que tenga sujeto a mi lengua.
#LasPerversas
Me gusto... Una confensión, una historia anidada en tantas psiquis de la pobreza material y la marginalidad, aunque no exclusivamente. Una condición vital tan común y que no siempre goza de esta final feliz y se inscribe generación tras generación, ocultando el sexo a un ser, ocultando la vida.
ResponderEliminarhay un momento en la vida en que llegas al punto de retraerte solo por lo q uno cree q el hombre pensará... pero en mi corta experiencia me he dado cuenta q el asunto es disfrutar, eso los excita aún más. Hay una libertad exquisita en hacer lo q nos gusta y q nos hace felices. Lo mejor de un orgasmo es gritarlo todo, gemir, que se acalambren los dedos de los pies y liberar esa energía al universo
ResponderEliminartu a los 20 y yo a los 23... yo creía en todo lo que me habían enseñado, no sólo escuchaba; si no que estaba de acuerdo "todas las mujeres que se acostaban, eran putas"... 12 años han pasado desde que soy "puta" y de todo lo que "soy" hoy (independiente, trabajadora..etc) es lo que más orgullosa me hace sentir.
ResponderEliminarNuestros paradigmas sociales han castrado muchas almas femeninas. Llámese religión, familia, sociedad, han mutilado parte de la felicidad femenina. Ser PUTA es un concepto, no una actividad. Excelente ensayo PERVERSAS jejeje.Paul Bruce.
ResponderEliminarParece una confesión arrancada a una almohada a punta de pistola. Tal crimen, merece una dulce condena. Me encanta como escribes.
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