lunes, 31 de octubre de 2011

Mis categorías de machos


Mis categorías de machos


No creo que sólo los hombres cataloguen a las minas en mujeres para tener sexo y aquellas
a quienes se la pueden presentar a la abuelita. He sido ambas por lo demás... he sido la mujer a la que le presentan a toda la familia ampliada en un asado dominguero familiar y he sido esa mujer a la que sólo la invitas a un motel.

Ambas las he disfrutado porque ha sido siempre mi decisión: ser la puta o ser la señorita... porque ambas conviven en mi, deseosas de salir, compiten constantemente y dependiendo de las condiciones y el contexto en donde yo misma esté, es la una o la otra la que gana. No tengo problemas con ninguna, ni una es mi alter ego... ambas son parte intrínsica mia. Creo que eventualmente seré ambas al mismo tiempo: la que es bien portada pero una puta caliente y es capaz de agarrar la turgencia de mi compañero por debajo del mantel de la mesa en una comida con sus padres.

La categorización, sí, me pasa a mi también. Divido a los hombres en la primera salida a riesgo (y abierta, bien abierta... de mente) de que me puedo equivocar y pueden moverse de una categoría a otra, pues con unas conversaciones me puedo preguntar si no es mejor una relación abierta y no una de dependencia emocional y al revés también: ¿porqué ese hombre que es bueno en la cama no puede también ser mi compañero?

Mis categorías son: encamables, posibles compañeros, amigos y hombres con los que puedes reírte y pasar un buen rato pero no son para tirar ni te dan esa sensación de profunda confianza como para construir un una relación amistosa.

No tiene que ver con cómo sean físicamente, sino que con lo que me producen... soy de piel, de sensaciones profundas... un beso, un roce, una mirada me puede calentar al punto de hacerlo mio de forma furtiva en plena calle. No, no tengo problemas con el lugar y es que cuando ando caliente, puedo coquetear hasta embrujar a sus manos para que se dirijan firmemente a mis pezones o a mi entrepierna... cuando estoy caliente, mi clítoris late con cada mirada.

La primera emoción me lo dice todo, no es el beso en la mejilla solamente, de hecho no podría decir qué es lo que me empuja o me incita o me calienta... son tantas cosas y nada a la vez.

Tengo mis categorías, así es que machos, no se sientan solos en la lucha. Creo, además, que siempre es bueno tener a algún macho que esté a una llamada para un motel o un express. Me gusta el roce, el toqueteo, el beso y cuando quiero tenerlo, busco a aquél que me dé exactamente aquello que necesito.

Mis encamables son mis touch&go, los que pueden estar una vez compartiendo mi cama y, si fuera el caso, me gusta o le tengo más fe, pueden convertirse en mi llamada caliente constante sacia deseos. Mi regla... no, no tengo reglas... las debiera tener pero no las tengo porque, como lo dije, soy abierta de piernas y de mente y ése hombre podría transformarse en un compañero, en una pareja. Sin embargo, las conversaciones deben versar sobre sexo y no emocionalidad, hasta ahí todo bien.

Lo conozco y se que puedo tirar con él pero jamás presentárselo a mi familia. Es para tirar, para sexear, orgasmear... es a quien puedo atar, morder, sin que el factor tiempo importe porque no me importa qué piense de mi, por tanto nada es tabú  y puede metérmelo dónde quiera...

Aquél que es para compañero no es tirable en la primera cita, es trabajado a fuego lento, cuál asado al palo para que esté caliente y blando. Es para salir a cenar, compartir un buen vino, ir al cine. Puedo presentárselo a mi mamá y mi tía. Puedo tomarlo de la mano en la calle. Lo defino en la conversación, cuando llega al punto que no sólo lo encuentro rico y quisiera acariciarle su pene hasta que lo tenga tan erecto y firme que le moleste y quiera estocarme ahí mismo, sino que en verdad me importa lo que diga y piense.

Me pasa con los hombres que son interesantes, que son líderes, que son fuertes. Me pasa con ese hombre que miro y me lo imagino mirándome mientras se lo chupo y lo lamo, mirándome fijamente cuando  me llevo su turgencia a la boca; pero que al mismo tiempo se que la conversación del pucho post coital será entretenida, excitante, de política, de actualidad, de mi vida y de la suya.

Me pasa con ese hombre que me preocupa, no sólo si rinde en la cama, sino que él... todo de él... si trabaja mucho o poco, si está cansado o no... es el hombre que me provoca ternura y excitación de una vez. Que podría peinarlo con mis dedos después de haber tenido un orgasmo. Que podría besar mucho porque, cuál Julia Roberts, el beso para mi no es calentura, eso es una agarrada de teta, sino que es emocionalidad de la profunda.

Mi amigo es aquél que no me lo imagino en la cama. Así de simple, así de corta... no me lo imagino arriba mio o abajo mientras lo cabalgo mientras con una mano se agarra fuerte de mis tetas.

En la segunda copa de vino soy emocional y me vuelvo caliente. Así, mis decisiones se ven nubladas en la definición de estas categorías con el alcohol y con la calentura. Soy cazadora, pero al mismo tiempo me gusta ser cazada... soy una puta, pero soy una señorita... soy muchas cosas y cada decisión depende de lo que me produzca el macho que conozca y se atreva a compartir una cama conmigo.
 

viernes, 21 de octubre de 2011

Más sabe el DIABLO de sexo por viejo que...



Más sabe el diablo de sexo por viejo que...


Los hombres mayores tienen un que se yo... En realidad, aún no se a ciencia cierta que es lo que me gusta de los hombres mayores. No sé si es el hecho de que sean tan resueltos y seguros de sí mismos, o si bien es que en la cama saben lo que les gusta, lo piden sin problemas y aceptan de vuelta que una les pida igual.

No llevábamos mucho tiempo juntos, pero la química y la confianza se dio desde que nos conocimos. A él le tocaba viajar mucho por su trabajo, en un principio pensé que eso me podía jugar en contra, pero fue todo lo contrario. Decidimos comenzar a planear fantasía y cada vez que le tocara un viaje largo, la haríamos realidad a su vuelta.

Me fui al aeropuerto a esperarlo tal cual como me lo pidió, con una falda mas bien corta, una blusa y sin nada debajo, era la primera vez que me paseaba sin ropa interior por el mundo. Al principio algo nerviosa, después de sólo pensarme sin nada bajo la ropa y lista para ir a hacer realidad mis  fantasías sexuales, me entró una calentura que me hacía parecer la dueña del mundo. Me llamó en cuanto aterrizó el avión, me preguntó como estaba y le respondí... “tal cual como te gusta” 
 ufff... yo podía sentir como la lujuria, la bendita lujuria, se iba apoderando de mi.

Salió y me dio un beso apasionadísimo, me tocó disimuladamente los pechos para saber si era cierto que andaba sin sostén y el brillo en sus ojos me lo dijo todo. Nos fuimos rápidamente al auto, me contó que tenía reservada una habitación en un hotel por todo el fin de semana. En el auto comenzó a tocarme, me hacía abrir las piernas mientras él manejaba, una mano al volante y la otra comprobando que no había ropa interior bajo mi falda y encontrándose con mi entrepierna húmeda y mi clítoris a punto de estallar. Yo lo miraba fijamente a los ojos y sonreía, mientras sus dedos jugaban y revoloteaban en mi humedad. Eran tantas las ganas, que paramos el auto a un costado de la carretera, corrió su asiento hacia atrás y ahí mismo me subí sobre él, mi falda arriba, mi blusa abierta y lo hicimos ahí, un rapidito, un delicioso rapidito para calmar en parte las ganas locas que teníamos de tirar.

Después de eso nos fuimos al hotel, él tenía todo preparado, así que fue rápido el ingreso. Yo quería desvestirlo en el ascensor y hacerlo ahí mismo, pero me contuve... entramos a la pieza y ya no me aguanté, comencé a desvestirlo lentamente, a besarlo entero, no me importaba el jacussi, no me importaba la champaña, a esa altura la fantasía ya daba lo mismo...
¡¡¡yo quería a mi hombre y sexear con él como una loca!!!

Tenía ganas de  lamer cada parte de su cuerpo. Estaba caliente como pocas veces y quería hacerme dueña de la situación, pero no me di ni cuenta cuando era él quien lamía el mio... Despacito, con mucha calma, pasaba su lengua por detrás de mis orejas, me daba mordiscos en los hombros, chupaba mis pezones y luego los soplaba, con eso los erectaba mucho más. Pasó su lengua por todo mi cuerpo, quedándose más rato en aquellas partes que hacían que mis quejidos salieran más fuertes. No dejó ni un rincón de mí sin saborear. Me tenía recostada en la cama y nos acomodamos, él lamía mi entrepierna y yo me deleitaba con su grueso y exquisito pene. Comenzó a llevar el ritmo en mi vagina, si él la lamía más despacio, yo lo chupaba a él más suave, si él la chupaba más fuerte, yo lo lamía a él con más ganas... se sentía delicioso, pasamos así un buen rato... estábamos a punto de acabar y disminuíamos el ritmo, para aguantar otro ratito, que manera de disfrutar ese 69... pero llegó un momento en que ya no pudimos seguir aguantando, ambos apuramos el ritmo, su lengua me penetraba y mi boca no paraba de chupar, lo único que queríamos era llegar al orgasmo, orgasmo que llegó, rico y silencioso, acabando él en mi boca y yo en la suya... caímos rendidos, extasiados, agotados de placer, nos costó reponernos, pero... aún teníamos el fin de semana por delante.

domingo, 16 de octubre de 2011

Feliz Cumpleaños Li

Queridísima Li:

En el día de tu cumpleaños, lo menos que te deseamos es un par de guachones así:





Te amamos!!!

#LasPerversas

(deje su mensaje para nuestra bella @limarysanchez con confianza por aquí)

viernes, 14 de octubre de 2011

Aguacero Primaveral


                                    

                                                   Aguacero primaveral



-Hay temporadas en la que la sequía sexual nos afecta a todos.

Estoy en una de esas temporadas y es así como me he hecho fiel usuaria de los juguetes sexuales. Tengo varios, de colores, de goma, duros, que vibran, de baterías, recargables. Y sí, satisfacen esas ganas de orgasmo en el momento, pero como ya lo hemos dicho antes  
#lasperversas:
no cambio un roce, un quejido, un soplo en la oreja, un mordisco, un nalgazo, una lengua, un diente, un dedo, el  calor de la piel, el jaloneo del pelo, una uña en la espalda... no cambio nada por todo ello”

En estos días, me masturbo todos los días: porno, juguete y masturbación. Mis noches se habían tornado prisioneras de esa rutina sexual. Hasta anoche.

Leía en Twitter, como todos los días, cuando un twittero hizo una pregunta al aire y contesté. Respondió mi twitt diciendo que me había puesto grave y le respondí: “si me vieras, me estoy riendo” Instantáneamente un mensaje directo diciéndome: “te podría ver, si quisieras”. Rápidamente hubo el intercambio de direcciones de mensajeros y en diez minutos estábamos hablando por uno de ellos.

La conversación fluyó muy interesantemente, pero no había mención de vernos por cámara. Su vida, la mía, uno que otro pelambre... y yo: “¿No me querías ver?” Risas, comentarios tontamente nerviosos,el click y la imagen.

Ya viéndonos, hablamos de música, política y sexo.  Blah, blah y más blah y de repente el silencio sonreído. No sé que cara puse, pero me dijo que tenía cara de mala (si sé, mi cara de caliente). Él no se quedaba atrás. Se saboreaba la boca mientras me decía que mis tetas se veían enormes.

Evidentemente el perfil de la conversación había cambiado y era obvio que ambos queríamos vernos masturbándonos. He tenido “cyber sex” muchas veces, mi novio vivía fuera de la ciudad así que jugábamos a cyber sexear cada vez que podíamos. Esto era diferente: no somos amigos, nunca hemos tenido un encuentro y ahí estábamos a punto de “sexear”. Un “cyber one night stand” ¡JA!

El sostén se asomaba debajo de mi polera y dejaba muy poco a la imaginación. Me acaricié los senos a través del sostén que hacía que se vieran aún más grandes y totalmente aprisionados. Los agarraba con ambas manos, los apretaba, los juntaba, los separaba y hasta lamía morbosamente lo que mi lengua podía alcanzar. Los pezones marcaban toda su obsenidad en el sostén, mientras yo le daba pequeños pellizcos.

Su voz cambió, más grave, calentona y así me pidió ver mis pezones. Poco a poco y sin dejar de acariciar mis senos, se los mostré. Estaban erectos, duros, listos para ser lamidos y mordidos. Humedecí la punta de mis dedos y apreté los pezones entre ellos. Ya estaba excitada, pero esta acción hizo que un pequeño gemido saliera de mí.  

Por el movimiento de su cuerpo podía notar que él había comenzado a masturbarse, pero no me mostraba su pene. Busqué mi juguete bajo mi almohada, se lo mostré y comencé a masturbarme sin que él me pudiera ver.

La humedad ya no lo era, estaba mojada, MUY MOJADA y el juguete resbalaba fácilmente cuando rozaba mi clítoris. Orgasmeé, ricamente orgasmeé.

Se sonrió y sonreí con la cara llena de vergüenza. Sé que se sentía dueño de la situación. Casi como una orden me dijo, “ponte de frente y muéstrame cómo te masturbas con el juguete.” Acepté la orden y posé mi entrepierna justo en frente de la computadora. Podía yo ver en la imagen cómo mi vagina pedía a gritos que su pene, a pesar de estar a la distancia, la penetrara. El clítoris estaba hinchado después de haber tenido el primer orgasmo, rojo y brilloso por la humedad. La vagina tenía residuos mojados que desembocaban lujuriosamente hacia mi trasero. ¡Cómo quería que me lamiera!

Estaba absorto mirando ensimismado mi entrepierna. Me mojé dos dedos con saliva y los metí en la vagina y gatillaba buscando placer. Podía orgasmear en ese momento, pero quería ver su pene. “Muéstrame que haces” le dije entre gemido y gemido.

Bajó su cámara y ahí estaba su pene, erecto, duro, largo, ancho, enorme, hermoso. ¡Lo deseé tanto dentro de mí!  Se masturbaba poco a poco, para que yo pudiera ver la extensión de su largo y ancho pene. Su glande estaba hinchado y húmedo, lo imaginaba en mi boca saboreando esos primeros trazos de lubricación. Su ritmo masturbador se aligeró cuando vio que me penetraba con el juguete. Yo lo hacía lentamente,metía el juguete, lo sacaba, rozaba mi clítoris, lo volvía a meter. El clítoris latía casi dolorosamente listo para explotar en un orgasmo. Él me miraba sin perder el ritmo de su masturbación.


En mi imaginación ya me lo había sexeado de todas las maneras y posiciones posibles. Estaba lista, quería tener ese orgasmo mientras el veía como mi vagina se mojaba y latía cada vez más. “Me voy” susurré. “Dale, yo también” me dijo sin apartar su mirada del monitor.

Y acabé, suave pero potentemente, a tiempo para ver como su pene comenzaba a hacer erupción y su semen, cual lava caliente, se deslizaba por su mano.

La satisfacción sexual que tuve fue distinta a la de ver una porno y masturbarme. El morbo de saber que él me miraba aún me causa escalofríos y me vuelve a excitar. La imagen de su cara de caliente mirando mis manos jugar con mi clítoris y vagina están grabadas en lo más sexual de mi memoria. Y a veces recurro a ella para volver a masturbarme.

La sequía sexual continúa... pero este aguacero primaveral sació un tanto la sed de orgasmo que tengo. 

#LasPerversas

jueves, 6 de octubre de 2011

El nacimiento de un fetiche



Un par de copas de más en un céntrico bar de Santiago, barrio Lastarria, lleno de gente... Hacía tiempo que no nos veíamos y nos juntamos a charlar, para no perder la costumbre que habíamos adquirido después de meses de relación.

Me contó de su pega y yo de la mía... pero las miradas quemaban... mi escote sudaba... mi entrepierna latía... mi cara se afiebraba...

Su mano rozó mi muslo y sentí como una descarga eléctrica me recorrió de pies a cabeza, poniéndome la piel de gallina. Comenzamos a tocarnos bajo la mesa descaradamente después del segundo ruso blanco. Lo deseaba, tanto tanto. Lo deseaba desde que terminamos, hacía unos dos meses, cuando decidimos que no podríamos estar en una relación monogámica.

Lo miré a los ojos, me rocé los labios con los dedos, jugué incansablemente con mi dedo adentro de la copa y luego me lo llevaba a la boca... Sacaba mi lengua y con la punta me rozaba la yema del dedo... Lo chupaba tal y como quería chuparle su miembro, que a esas alturas peligrosamente gritaba por salir del pantalón. Me reía como sé que siempre le gustó, con ganas, desde dentro, desde las entrañas.

Lo miraba extasiada, porque me di cuenta que aún podía calentarlo con tan poco... con una mirada y un juego de lengua. ¡Pero claro! él sabía de lo que yo era capaz... ¿cuántas sesiones de moteles no nos pegamos mientras poníamos música de fondo y me embestía violentamente? Cuando éramos tan cómplices que jugábamos a contarnos los lunares de todo el cuerpo mientras nos tomábamos unos sorbos de cerveza para ahuyentar el calor.

Sentía mi cuerpo preparado, sentía mi clítoris latir a cada palabra que salía de su boca... ¡¡¡Dios!!! Esa boca, qué bien sabían sus labios en mi entrepierna, qué bien se movían sus dedos en mi monte de Venus. Él siempre supo cómo tocarme y cuando hablaba mi cuerpo se estremecía. Él me inició, no fue mi primer macho, pero me inició en el juego perverso del control y del poder en la cama. Gozaba mientras me apretaba en la cama, mientras me convertía en su esclava cada vez que le incitaba a hacerme lo que quisiera y cómo quisiera.

Fui al baño, mezcla de alcohol y excitación. Una palabra, un roce, una mirada de él hacía que mi entrepierna diera una cátedra de excitación... me calentaba... Me saqué los calzones... me molestaban... demasiada tela.

Volví a la mesa, lista, excitada, con una falda que se subía con una mirada. Pedimos un par de copas más y sus dedos me buscaban y hurgueteaban mientras su lengua rozaba mi oreja. ¡¡¡Cómo sabía calentarme!!! Conversamos de la vida, de cuántas se había tirado mientras estuvimos separados, de cuántos habían compartido una cama conmigo desde él. De cómo habían sido. No, ninguno se comparaba a sus dedos y su lengua. No, nunca fue amor... era deseo, animal deseo.

Pagamos la cuenta, a medias... como siempre... caminamos por las calles preciosas del barrio, nos rozábamos cada vez que entre miradas furtivas, la gente se alejaba de nosotros. Nos tocamos con desesperación, hasta que el afiebramiento pudo más y me apretó contra un muro al interior de un pasaje... Me subió la falda y me embistió. ¡Fuerte, duro, animal! De espaldas. Mi único movimiento fue inclinarme levemente apoyada en la pared. Quería sentirlo entero, completo, mientras una mano me agarraba con fuerza el pelo y otra masajeaba mi clítoris.

¡No! no me importó si nos veían... era la gracia... era lo que secretamente nos calentaba.

Pasó un grupo bullicioso, me bajó la falda mientras mis fluidos corrían por mi pierna. Él se bajó la camisa... me abrazó, me apretó, me aprisionó... y seguimos caminando... Calientes... Rojos de excitación.

El cerro Santa Lucía enfrente nos dio la oportunidad de terminar ese calentamiento y en una de las bancas se sentó. Me subí la falda y me senté sobre él. El que pasara gente sólo hacía más caliente ese momento lleno de erotismo. Una de sus manos rozaba incansablemente mi clítoris y la otra me apretaba fuertemente hacia él, su lengua jugaba en mi cuello y en mi oreja. Nunca lo había sentido tan duro, nunca habíamos hecho algo así. Traté de no gemir muy fuerte, sobre todo cuando sentí que el orgasmo llegaba a mi... ¡¡¡Sus dedos!!! aún con el recuerdo mi piel vuelve a vibrar.

Terminamos extasiados, preguntándonos tontamente porqué habíamos terminado... La pregunta nos duró hasta que nos despedimos. La llamada camino a casa nos hizo darnos cuenta que lo que pasaba entre nosotros era calentura de la rica. Con él podíamos hacer esas locuras... pero con el tiempo descubrí que él sólo me liberó.

#LasPerversas