sábado, 19 de mayo de 2012

El balcón de la lujuria




Tuve un romance que no prosperó ¿Causas de la vida quizás? Pero han pasado algo más de tres años y nuestros encuentros furtivos jamás confesados a las amigas en común, hasta un corto tiempo atrás, continuaban intermitentes acaeciendo.

El único alargado periodo de lejanía sexual, fue cuando me las di de noviecita, sí, una linda relación de doce meses exactos. No puedo con la culpa, si me establezco en una relación me comporto, pero más allá del deber a otro, es un asunto de lealtad a mi decisión, pero que bah, explicarlo es asunto para otro texto.


El es medio “puto”, no es un hombre que te voltees a mirar en la calle, pero no sé qué extraño magnetismo le hace siempre ser macho en cama de mujeres agraciadas e interesantes. En todos estos años, la mixtura de formas corporales, colores de pelo y profesiones de las féminas es de lo más variopinto. Quizás, su expertis se deba más que a su arte, a su saber como  psicólogo.

Entres esos ires y devenires de cuanta hembra le he contado, muchas veces cuando a mí y sólo a mí me entra en ganas, le visito, me entrego a un masaje a sus manos buscadoras, me cuelo en su cama y hacemos terapia sanadora sin diván, pero con ejercicios de motricidad gruesa sobre el colchón.

Una tarde recibí un llamado, fue de esas horas en que se conjugaba la corta localización geográfica la una del otro, la líbido en alza y el macho cumplidor a disposición. No fueron más de cinco minutos en taxi, llegue a su departamento y había un par de amigos, charlamos un rato y nos retiramos a su dormitorio. La noche nos acariciaba tibia, salimos al balcón contiguo y recordó la tarde que llegué a su puerta de abotonado abrigo negro y medias al mismo tono, que para su sorpresa y placer visual a desprenderme de la prenda estaba mi piel desnuda. Mientras me hablaba yo mecía la copa en mi manos y comencé a rozar mi pierna derecha sobre la izquierda, mis ojos sobre los de él y medio mordiéndome la boca, me miraba mis piernas que sobre la silla parecían interminables de largas… quedó en silencio y me dijo,

- me provocas
-créeme, SI fue mi intención, respondí
Separé sutilmente las piernas mientras mis dedos se deslizaban  unos centímetros más arriba de mi rodilla, rondando en zigzag hacia mis muslos para volver casi a mis rodillas… con voz pausada  me preguntó,

-bajo esa falda no hay ropa interior, ¿verdad?

Seguí en silencio y el frotar de mi piernas aún continuaba siendo rítmico era más marcado, hasta que mi pie descalzo fue a reposar en su entrepierna y los dedos ejerciendo sutil presión sobre su abultada masculinidad latiendo.

La brisa tibia nos llegaba quemante, me sugirió volviéramos a la habitación, sonreí e hice un gesto.

-acá

Escudriñé la distancia del edificio al otro lado de la calzada y los departamentos que tenían las luces encendidas estaban en un ángulo impreciso para fisgonear abiertamente las contorsiones que vendrían.

Arrinconó las sillas y sacó un colcha de su cama para acunar nuestras lujuriosas jactancias. Extendido en el balcón, con el claro de la ya luna sobre su iris me deslice sigilosa desde el extremo avanzando cual gata a punto de atrapar su presa, montada a horcajadas sobre su sexo erguido rozando mi vulva sin prenda interior comencé a zarandearme entre gemidos y espasmos.
 
Me estiré sobre él y comencé a retroceder, lamiendo su muslos, sus pantorrillas su empeine, de cuando en vez cruzando miradas fijas…hasta volver a su entrepierna deleitando mi lengua con su sexo abultado dentro de mi boca, mis labios presionando suavemente se deslizaban hacia la extremidad, para volver a bajar suaves al comienzo de su sexo.

Me desprendí de mi deleite, pasé mi dedo húmedo sobre su bálano y lo lleve a mi boca para lamer su condensado placer, arremangue mi falda y me monté sobre él…en culminaciones sucesivas caí exhausta sobre su torso desnudo.

Me declaro demasiado simple, no tengo maestría alguna, más mi lujuria se desata sobre un varón deseándome, me excita un hombre ardiendo, ese copular lo guardo entre mis memorables… ¿La noche?... ¿el balcón?... ¿Mi pelo que a ratos se asomaba por sobre el medio muro sólido?... Poderosos afrodisíacos que me arrancaban espasmos uno tras otro.

Como relaté al principio hace un tiempo que no nos vemos...


#LasPerversas

sábado, 12 de mayo de 2012

La adrenalina...


Una de cada diez personas tiene sexo en la oficina

Hace rato que no tengo tiro, más que por falta de candidatos, es porque ando quisquillosa... no sé... no quiero tirar con cualquiera. Estoy media aburrida de saltar de cama (que no es malo, pero me da por épocas).

Y como ando media falta de sexo, me da por recordar... ando nostálgica del roce. No tiene que ver con el orgasmo, creo que lo he dicho antes, pues el orgasmo puede llegar con la ayuda de mis ágiles dedos o con alguno de mis vibradores... ¡no! Quiero roce.

Este exceso de recuerdos me llevó a mis TOP 5 (estoy enamorada de Rob Gordon) y entre medio y en eso se me vino a la cabeza y a la entrepierna un recuerdo vívido... Estoy sentada en la silla y escribiendo en el escritorio que nos sirvió de arranque pasional. Sexo en la oficina... ¡¡¡Qué wevada más rica!!!

Empezamos por falta de tiempo para irnos a otro escenario y se nos hizo media costumbre porque es maravilloso conjugar calentura con peligro (quien haya tenido sexo en un lugar público sabe a lo que me refiero). Mirar hacia el horizonte con la sospecha que desde otro edificio te ven con el vestido arremangado, las manos apoyadas en la mesa, piernas abiertas y un hombre contonéandose suave y brusco detrás tuyo...

Confieso que es uno de mis lugares favoritos para un polvo express, no sólo porque tienes rincones cotidianos que transformas en excitantes escenarios, sino porque siempre está la posibilidad que alguien se devuelva porque se le quedó algo o que te vean desde el edificio de enfrente.

Sí... tener sexo en la oficina me calienta. Sentarme en el escritorio de la peor compañera mientras mi macho me embiste es uffff. Hacerlo en la sala de reuniones... en mi escritorio... en el de mi jefe. Esperarlo sin calzones sentada en mi escritorio. ¡Quiero!

La altura del escritorio da un ángulo de penetración maravilloso, media echada hacia atrás, piernas abiertas y pie apoyado en una silla para mayor estabilidad. Sentada en el mueble que es más alto y él sentado en una silla haciéndome sexo oral, con mis piernas apoyadas en el respaldo de la silla mientras él queda perfecto para saborearme. Él sentado en la silla y yo cabalgando sobre él. Yo apoyada en mi escritorio, con la cola muy parada para que pueda embestirme lo más duramente que pueda.

La primera vez que lo probé como escenario fue con un amigo. No nos aguantamos la pasión y en vez de pasar a buscarme para irnos a un motel, terminamos tirando arriba de la mesa de reuniones. Me gustaba esperarlo en verano sin calzones, de manera de ir calentando el ambiente; entró a la oficina, donde debí quedarme trabajando horas extras por la gran carga laboral, me abrazó fuerte con un beso en la mejilla y en vez de soltarlo, le agarré una nalga con una mano y con la otra, rocé levemente su entrepierna. No bastó ni medio segundo para que se parara como un gran mástil.

Bajó su mano hacia mi culo, levantó el vestido y me apretó. Lanzó su chaqueta, se desabotonó el cuello de la camisa, aflojó la corbata, me dio vuelta y me apretó contra su pene, su delicioso pene, mientras me masajeaba las tetas y yo, con mis brazos hacia atrás, acariciaba su cabeza. Bastó un minuto para que llegáramos a la sala de reuniones, donde me sentó en la mesa y comenzó a hacerme sexo oral. Cada lamida en mi clítoris hacia que mi pezón se erguiera tanto que amenazara con salir del vestido. Estaba lista, preparada y él lo sabía bien. Se puso el condón que traía y me penetró. Mi cuerpo se echó por completo en la mesa de reuniones, mientras abrazaba sus caderas con mis piernas... mis pantorrillas lo apretaban fuerte para que la embestida sea más poderosa.

Estuvimos unos cortos minutos así, pues rápidamente me levantó de la mesa. Se sentó en una de las sillas que tenemos alrededor de la mesa y me senté sobre él, mirándolo a los ojos me moví en círculos, de atrás hacia adelante, de abajo hacia arriba. Una de sus manos me tomaba del culo para que me sintiera más segura y su otra mano jugaba con mis tetas, llevándose mi pezón a su boca... lo chupaba, lo succionaba... mientras yo estaba con una oreja parada por si a alguien se le hubiera ocurrido devolverse.

Cambié de posición y me senté de espaldas a él. Me metía su pene, mientras mi clítoris quedaba a su y a mi disposición para el juego. Sólo un par de embestidas, masajeando mi clítoris, nos llevó a un orgasmo. Sonoro, quejumbroso, caliente... sentía cómo mis fluidos me mojaban... no quería ni moverme... ¡¡¡Ruidos!!! Me levanté rápidamente, buscando mi vestido y él se subió los pantalones a la velocidad del rayo... ¡¡¡falsa alarma!!! era en la oficina de al lado que sonaba un manojo de llaves... pero eso a mi me puso a mil.

Desde ahí uso mi oficina como un segundo motel sin costo, donde el mobiliario hace maravillas cuando se sabe usar.


#LasPerversas

sábado, 5 de mayo de 2012

Perversa sabiduria




Pasaron 14 años desde aquella historia aquí narrada "En cuanto lo vi" (mi primera vez... )
hace algo más de poco tiempo apareció el mensaje
“Estoy en Chile por unos días, si puedes y quieres, podemos tomar un café” 

Todos los recuerdos se me vinieron de golpe, me puse ridículamente nerviosa, 
marcaba el número que me había dejado y se me hacía imposible comunicarme, 
me sudaban las manos, mi respiración era agitada, caminaba de allá para acá intentando marcar el bendito número y no me resultaba... como muchas otras veces, recordé a mis amigas, #LasPerversas me podrían ayudar, les conté que pasaba, aún recuerdo ese mail de ellas: “marca tal cual como está escrito acá” ... marqué... Su voz y su risa eran las mismas que hace 14 años atrás.

Pasé a buscarlo, nos fuimos a almorzar, tratamos de resumir todo lo vivido durante estos años, en ese par de horas, nos mirábamos como aquella primera vez que nos vimos, los recuerdos se vinieron para ambos, reíamos, recodábamos y volvíamos a reír.

Él está casado hace 10 años, tiene 2 hijos y me contó que es feliz y el sólo escuchar eso, me hizo feliz a mí. Al día siguiente tenía una presentación importante, su español no se ejercitaba desde que se fue de Chile y me pidió que le revisara si se entendía, nos fuimos a su hotel y revisamos todo lo que iba a presentar, es un hombre brillante, inteligente como pocos he conocido y estaba todo perfecto.

De pronto me abrazó, no pudimos contenernos y nos besamos, en ese mismo instante, sentí todo el deseo guardado por años, era increíble lo que ese hombre me podía provocar pese al tiempo transcurrido, tan sólo un beso bastó para que sintiera como me iba humedeciendo... Me miró fijamente y me dijo:

.- ¿Cómo habría sido todo si me hubiera quedado en Chile o tú te hubieras ido a mi país?, siempre me lo pregunto.-
.- No lo sé, yo siempre me pregunto si lo que vivimos, habrá sido tan importante para ti como lo es para mí.-
.- Fue importante, muy importante y fue maravilloso.-
Comenzamos a besarnos, me subí sobre él y la pasión lejos de disminuir con los años, aumentó. Sabía como tocar mis pechos, como rozar con sus labios mis orejas. Sentía su pene inmenso y duro por debajo de su pantalón.
Besaba mi cuello, chupaba mis pezones y yo sentía que sólo eso bastaba para llevarme al cielo. Comencé a moverme en círculos sobre él, mis pechos quedaron perfectos en su boca, yo sentía que en cualquier momento, ese sólo roce con su delicioso e inmenso pene y aún sin sacarnos la ropa, me haría tener un orgasmo increíble... Pero me detuve de golpe, yo conocía a ese hombre y era necesaria mi pregunta:
.- ¿Haz estado con alguna mujer que no sea tu esposa, desde que te casaste?.-
.- Me conoces bien, muy bien... No, no he estado con ninguna otra, por eso tenía miedo de verte, sabía que contigo se me haría difícil, no quiero engañar, no quiero traicionar, pero me cuesta mucho no querer estar contigo.-
En ese momento creo que volví a sentir un poco del amor que le tuve 14 años atrás, nunca me equivoqué cuando lo elegí...
- ¿Sabes? todos los recuerdos que tenemos el uno del otro, son buenos, no quiero que cuando llegues a tu casa, los recuerdos que tengas sobre mí, sean de culpa. Me encantaría estar contigo, eres capaz de provocarme un orgasmo sin siquiera penetrarme, pero por esta vez, dejaremos a la perversa a un lado, por esta vez traeremos a esa niña que te regaló su virginidad y seguiremos felices, sabiendo que en 2 extremos del mundo habemos 2 personas recordándonos siempre, sólo con felicidad...
Nos quedamos abrazados... al irme me dio un beso muy dulce, me miró con esos azules y profundos ojos suyos y me dijo
“nos vemos en cualquier otro momento de nuestras vidas”

#LasPerversas